Capítulo 2: Positivo
El sudor frío cubrió su frente al mirar el objeto en su mano temblorosa. Andy se sostuvo al lavado para no caerse de espaldas.
¡Positivo! Gritó mentalmente al ver el signo de más en la prueba de embarazo. ¿Cómo había pasado? Cerró los ojos tras la pregunta tonta que se hizo.
Ella se entregó a ese hombre que la hizo vibrar como jamás nadie lo había hecho y solo recuerda de él los violentos movimientos que le removía todo en su interior y la mirada intensamente furiosa con la que la miraba.
—Ay Dios, ay Dios... ¡Ay Dios! —Gritó perdiendo los estribos. ¿Ahora que haría ella? No podía arruinar su vida por un revolcón de una noche, pero ¿Acaso estará dispuesta a hacer lo primero que se le cruzó por la mente?
—Andrea. —Los toques en la puerta la sobresaltó al punto de soltar la prueba y dejarla caer al baño. —Andrea, ¿Te encuentras bien? —Recogiendo la prueba, la enrolló en papel higiénico y la tiró a la papelera.
—S-sí, estoy bien. —Respondió nerviosamente. —Estoy lavándome las manos, ya salgo. —Echándose agua en la cara, se dio una mirada al espejo y los ojos se le llenaron de lágrimas.
No había vuelto a ver a aquel hombre, ellos no se dijeron sus nombres, intercambiaron números ni mucho menos se dijeron donde vivían. ¿Cómo es que ella cayó en eso? Había pasado un mes y todavía no se explicaba como le entregó su primera vez a un hombre que ni siquiera conocía.
—Deberías ir a un hospital. —Brenda la miró con gesto contraído, su amiga es un desastre. —¿Por qué estás tan nerviosa, Andy?
—¡Este trabajo me va a enloquecer! —Exclamó sentándose tras su escritorio. —Se suponía que habíamos estudiado algo que nos llevaría al éxito rápido y míranos. —Resopló. —Ahogadas en papeleo y aguantando a un gilipollas por jefe. —Brenda río, su amiga, siempre ha sido de temperamento fuerte, pero ahora no se aguanta ni ella misma.
—Oh... oh... oh... —Uriel, que iba entrando, dio media vuelta. —Aquí no es donde debo estar yo. —Andy rodó los ojos.
—Lo siento, estoy siendo un monstruo. —Los miró con un puchero, no sabe cómo contarles la verdad a sus mejores amigos.
—Eres el monstruo más bonito que he conocido. —Leo, el compañero de Andy, se apoyó en su escritorio. —Nuestra salida es hoy, espero que no lo olvides, guapa. —Tras guiñarle el ojo se despidió de Brenda y Uriel.
—Esto no me puede estar pasando.
—De acuerdo, ¿Qué es lo que pasa contigo? —Uriel la miró con seriedad. —La última semana has estado insoportable y hoy más que nunca. ¡Hasta le aceptaste ayer una cena a Leo!
—Lo de Leo era para que ya me dejara en paz. —Aclaró. —Lo demás se los contaré en el almuerzo, ¿Nos vamos? —Brenda y Uriel cruzaron miradas y después asintieron a la vez.
En su restaurante mexicano favorito, los amigos estaban degustando su deliciosa y picante comida. Andy parecía que no había comido en mil años, ella prácticamente se atraganta con la comida.
—Por eso nunca estás bien del estómago. —Uriel distorsionó el gesto sintiendo algo de asco. —¡Cuchi, tragas como constructor! —La miró horrorizado.
Andy y Brenda carcajearon al ver el bonito rostro de su amigo invadido en asco. Uriel es un hombre de piel bronceada, cabello rizado, ojos miel y verdaderamente guapo. Es el gay con más clase que ellas conocen.
—No seas tan cruel. —Brenda suspiró. —Ya te has engullido de comida, ¿Nos contarás? ¡Ya no soporto tanto misterio!
—Lo siento. —Andy se tapó la boca y corrió al baño.
Es por eso que come rápido y lo más que pueda, siempre devuelve la comida justo después de comer. Al verse con la cara enterrada en el inodoro, cerró los ojos y se quejó.
Todavía no digería que estaba embarazada y deseaba que la prueba estuviera mal, pero verse al espejo y encontrarse una versión más pálida de ella le dio un golpe de realidad. El sabor horrendo a vómito la asqueó un poco más, por lo que se apresuró a lavarse la boca y salir antes de que sus amigos irrumpieron y le exigieran una explicación.
—Me estás preocupando, Andrea. —Brenda la atacó de inmediato.
—Lo siento, yo no estoy bien. —Uriel se llevó la mano al pecho. —Quise contarles mis sospechas, pero no podía creer lo que estaba pasando.
—¿Puedes ir al grano de una vez? —Uriel tenía el corazón en la garganta.
—Oh Dios... ¡Te has puesto pálida! —Brenda no controló las ganas de llorar. —¿Tienes cáncer, verdad? ¡Por eso te desmayaste hace dos días y no dejas de vomitar!
—¿Qué? ¡No! —Andy los miró atónita, ellos lloran como dos locos y todos los miran. —¿Recuerdan nuestra celebración de graduación? —Ambos asintieron sin dejar de llorar, confundidos por el recordatorio. —Había un hombre ahí, parecía odiarme y...
—¿Odiarte? —Uriel río. —Ese hombre parecía sufrir al desearte tanto. —Andy suspiró, apenas recuerda esa interacción.
—Bien, al día siguiente desperté adolorida, vamos, como si un camión blindado me hubiera atropellado un par de veces. —Cerró los ojos. —Yo no solo me encerré después de ir a la farmacia por la resaca, la verdad es que todo mi cuerpo estaba marcado y mi sexo dolía tanto que ni siquiera podía dar un paso.
—Amiga, dilo de una vez. —Brenda apretó la mano de Uriel.
—Hoy me he hecho una prueba y estoy embarazada. El plan B no me funcionó. —Cerró los ojos. —¡Le entregué mi primera vez a ese desconocido y me embarazó! —El silencio se hizo lugar.
Los tres se miraron fijamente, en silencio y cada uno metido en sus pensamientos. Ese problema es de los tres, ellos se hicieron una promesa cuando niños y era que el problema de uno era de todos.
—¿Qué haremos? —Uriel rompió el silencio.
—No lo sé. —Andy jugueteó con la servilleta. —Somos huérfanos, ¿Acaso deberíamos hacerle algo así a este bebé?
—Que seamos huérfanos no tiene nada de malo. —Gruñó Brenda. —Ese bebé sería el más afortunado al tenernos. —Uriel estaba de acuerdo.
—La decisión final es tuya, pero podemos darle una vida digna a ese niño, lo sabes. —Le sonrió. —Somos buenos cuidando de otros.
—¿Debería tenerlo? Digo, no conocerá a su padre —Estaba preocupada. —¿Qué le voy a decir cuando crezca y haga las preguntas difíciles?
—Que no pudiste resistir a ese majar de Dioses. —Bromeó, Uriel haciéndolas reír. —Hagamos algo, terminemos nuestro día de trabajo y hablaremos de esto al llegar a casa.
—Debo tener esa salida con Leo. —Andy resopló. —Sé que será un desastre y él me dejará en paz. —Estuvieron de acuerdo, así que volvieron al trabajo.
El día continuó lleno de trabajo, quejas de su jefe y náuseas. Andy verdaderamente no quería salir con Leo, pero el hombre estaba tan emocionado que ella no podía bajarlo de esa nube.
Cien idas al baño después, finalmente llegó la hora de la esperada cita. Leo, demostrando cuanto le interesa Andrea, le obsequió un ramo de flores.
—Para la mujer más hermosa. —Andy no pudo evitar sonreír, el hombre es atento y bastante guapo, pero simplemente no puede conectar con él.
—Leo, esto es solo una cita, no el comienzo de una relación. —Decidió aclararlo. —No quiero que nuestra amistad se arruine y... —Ella miró a sus espaldas, sintió un escalofrío en su espina dorsal, eso se le hizo muy conocido, es como si ya lo hubiera sentido antes.
—¿Qué buscamos? —Leo también empezó a buscar. —No hay nadie, somos los únicos aquí. —Andy volvió en sí y sacudiendo la cabeza agrandó la sonrisa.
—No es nada, ya te dije que yo soy media rara. —Leo río divertido.
—No sabes cuánto me gusta la rareza. —Le abrió la puerta. —He conseguido un famoso restaurante mexicano. —Corrió para meterse a su lado. —Te va a encantar. —Andy lo miró sin perder la sonrisa.
—Debo aceptarlo, eres bueno para esto.
—¡Lo sé! —Echó a andar el coche. —¡Soy un partidazo y no sé cómo te me resistes! —Andrea carcajeó con ganas.
—Créeme, ni siquiera yo sé el motivo. —Entre risas llegaron al restaurante y el vuelco que sintió Andy fue la primera ida al baño de otras tantas.
Ella intentó divertirse y pasarlo bien, pero es como si su bebé, ese pequeñín de no más de cinco semanas, rechazara por completo la idea de estar junto a Leo.
—¿Mala noche? —Andy asintió a la mujer.
—Este pequeñín está poniendo a sufrir a su mami. —Acarició su vientre.
—El primer trimestre siempre es el más duro. —Con una sonrisa se despidieron.
—¿Estás bien? —Leo se mostró preocupado.
—Creo que deberíamos irnos, Leo, lamento que me la pasara más en el baño y...
—No te preocupes. —La tranquilizó. —Vamos, debes ir a casa o tus amigos me matarán por no llevarte aún sintiéndote mal. —Andy sintió nuevamente esa mirada en ella, buscó por todo el restaurante, pero no había nadie que ella conociera.
El viaje fue silencioso, la sensación estaba enfermándola de más, ¿Por qué se siente asechada?
—Gracias por traerme y de verdad, disculpa el desastre, Leo. —Se sentía genuinamente mal, Leo verdaderamente es un buen hombre y no se merecía eso.
—Hay una manera de recompensarme.
—¿Cómo? —Preguntó interesada.
—Así. —Lo siguiente que sintió Andy fue sus labios atrapados en un desesperado beso y antes de que pudiera intensificarse, Leo fue separado de ella con brusquedad y su última parada fue el piso.
—¡No la toques!
































