Jade: Amor, poder y guerra

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Capítulo 1 Primera parte | Capítulo 1: Dolorosa verdad.

Jade Di Costa.

—¡Jade! —salgo de mi sensación de ensoñación y placer cuando reconozco la voz de mi esposo, gritar mi nombre.

Me quito de encima al hombre con el que estaba apareándome y miro con horror la situación frente a mí, me tapo los pechos y miro al hombre desnudo que hace un momento tenía encima.

—¿Ragnar? —él se aproxima a mí y me toma del antebrazo con fuerza, sin importarle mi estado.

—¿Qué es esto? ¿Sabes quién eres verdad? —trago grueso. Y de fondo de pronto se escucha una risa—. ¿Todavía tienes las ganas suficientes como para reírte? ¡Es mi esposa! ¡Tocaste a mi esposa! —gruñe furioso.

—Ragnar, escúchame, no... —él se voltea a verme furioso y con el solo destello del color de sus ojos que ha cambiado, me obliga a mantenerme callada.

—No sabes cuanto disfrute esto, aunque debo de decir que siempre me molestó que no fuera mi nombre el que gimiera, si no el tuyo. —todo sucede muy rápido, mi esposo se lanza contra su hermano y lo golpea todo lo que puede.

—¡Es mía! ¡Eres un infeliz! —trato de acercarme.

—Ragnar, no. No hace bien para tu... —él me interrumpe.

—¿Sabes que hace mal para mi imagen? Que se sepa que mi esposa y mi hermano son amantes en propia casa. ¡Eres mía, carajo! —respiro profundo, no me está dejando explicar nada.

—¿Tuya dices? ¿Cuándo la reclamaste cómo tuya? Si no fuera por mí, sería un chiste para todos en tu consejo. Una vez, solo la tocaste una vez. ¡Es hermosa! Y tú la desprecias.

—Lo que suceda entre mi esposa y yo no es de tu incumbencia...

Caigo sentada sobre el suelo de la habitación.

—¿Ragnar cuántas veces te apareaste conmigo? —la pregunta sale sola de mi boca.

—No...

—¡Dime cuántas! —grito, no quiero que sea verdad lo que creo.

—Una. Jade, hemos estado juntos una vez.

¿Una vez? ¿Todas las veces he tenido sexo con Nolan? No, no, eso no puede ser posible.

—No... —levanto la mirada y observo a Nolan, él se ríe. Ríe porque sabe que ha destruido mi vida y mi futuro. Me levanto con las pocas fuerzas que tengo y camino con rabia hacia Nolan—. ¡Eres un maldito! ¡Cómo fuiste capaz! —trato de golpearlo, pero no es que mis golpes lo afecten.

—¿Ahora intentas aparentar que él se aprovechó de ti? ¡Los dos son la misma escoria! —sus palabras me lastiman. Diosa, es que no puede sentir que no miento, se supone que soy su pareja, debe de saberlo.

—No tengo porque mentir Ragnar, debes creerme, él se hizo pasar por ti. Colocó algún afrodisiaco en mi comida para que... —él me mira con odio y mucha más furia—. ¡Es tu gemelo, son idénticos y él se aprovechó de eso! ¡Uso su parecido para aprovecharse de mí! —lo tomo de la mano, pero él rápidamente se suelta de mi agarre.

—No, no me toques, en este momento siento todo menos comodidad al tocarte. —de nuevo, me duele.

—Ragnar, por favor, no puedes hacerme esto. Soy inocente, soy tu... —levanta la mano callándome.

—No lo digas. No eres nadie en este momento para mí. Solo una traidora, al igual que él. —recupera su compostura, sin importarle mis lágrimas y mi dolor—. Por respeto a lo que fue nuestra relación, no voy a castigarte directa, ni inmediatamente. —se gira hacia su hermano—. Tu sin embargo no tienes perdón alguno. Sal, o huye, donde quiera que vayas te encontrare y aplicare el castigo necesario. —su mandíbula se tensa cuando vuelve a mirarme—. No tenemos un lazo de pareja aun definido, así que no debería de doler mucho, sin embargo, como mi mate, definitivamente te dolerá cuando haga público y oficial mi rechazo hacia ti. —doy dos pasos atrás.

—Ragnar, no puedes. Debes de escucharme, me conoces...

—No señorita Di Costa, te conocía. No sé quién eres ahora y no me interesa saberlo en el futuro.

—¿Por qué ahora? ¿Por qué nunca antes aceptaste nuestro vinculo? ¡Era obvio! —por un momento pareciera que siente lo que yo, pero es muy breve. Casi inexistente.

—De cualquier manera, fueras o no mi mate, eras mi esposa. La princesa heredera perfecta. Si no eres mi mate, nada costaba hacerla a ella mi amante o segunda consorte. Quería que no fuese así, pero no me has dejado otra salida.

—Ragnar...

—Tranquila, preciosa, si él no te desea, yo con gusto te tomaré...

—¡Saquen al príncipe de aquí y no miren a mi esposa! —ordena mi esposo. Los soldados ingresan con la cabeza baja, sin mirarme ninguno y toman con fuerza a Nolan—. Por hoy, solo te mantendrás aquí. ¡La princesa heredera no tiene permitido salir de sus aposentos! —gruñe la orden.

—¡Sí, su alteza! —responden los guardias.

Así una pequeña parte de la pesadilla inicia.

Ragnar Berlusconi, es el actual heredero al trono de Luna de Cristal, una potencia monárquica en el mundo, su territorio actualmente abarca más de cuarenta por ciento del territorio mundial.

Porque sí, el mundo el regido casi en su totalidad por seres sobrenaturales. La mayoría solemos convivir en paz, pero no se pueden evitar ciertas riñas.

Él es el segundo hijo, del rey que gobierna, sin embargo, es único heredero legítimo, junto con su hermano gemelo, Nolan Berlusconi.

Desde que tengo siete años conozco a Ragnar. En ese instante, él parecía gustar de mí, sin embargo, mi madre, la princesa real de Lagrimas de Luna, estaba segura de que la mirada de ese niño de nueve, casi diez años, era de un mate reconociendo a su pareja destinada.

En ese momento, comencé a ser preparada para en algún momento casarme con Ragnar. Yo, Jade Di Costa, apenas era una princesa, ubicada en el puesto número seis de la línea de sucesión al trono, no era imprescindible para Lagrimas de Luna. Claro, eso hace cinco años. Antes de que me enviaran a Luna de Cristal. Ahora, debido a la muerte de mi hermano y mi prima, la hija de los reyes, eso cambió.

En la manada de mi padre, es importe reconocer a tu pareja, amarla, no hacerla sufrir y ponerla sobre todas las cosas, además de complacerla y compartir tu vida con ella. También suele ser difícil, encontrarse con parejas de los mismos rangos, pero por eso mismo, solían ser más fuertes, juntos.

No es mi caso con Ragnar, mientras él es un Alfa fuerte, dominante y elegante. Yo soy una omega, una de raza pura. Desde que nos casamos se auguró que nuestra unión y sus descendientes serían algo que solo se vio al inicio de los tiempos. Se decía que seríamos juntos el reino dominante sobre todos.

Sería asombroso, no obstante, mi esposo no quiere, ni desea nada conmigo.

Mientras que yo añoraba que ciertos momentos llegaran, porque amaba sus cuidados y su pasión. Todo era una mentira, un engaño orquestado por Nolan. Y ahora soy prisionera en mi propia casa. En el lugar donde se supone soy la futura dueña y señora. Donde era amada y respetada.

Irónicamente, por la mayoría, menos mi esposo. Y creo todos lo sabían...

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