Jade: Amor, poder y guerra

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Capítulo 3 Primera parte | Capítulo 3: Las acciones duelen más que mil palabras.

Jade Di Costa.

—¿Es para esto qué me trajiste aquí? —frunce el ceño—. Si es así pido permiso para retirarme, no sin antes aclararle que no voy a dejar mis tareas. Fui lo suficientemente humillada ya. —sabe que estoy retándolo, y que no debería de hacerlo, pero no dice nada—. Sabes que me duele, sabes lo que dicen de mí y sabes perfectamente lo que él hizo y que no es mi culpa. Pero no quieres aceptarlo por puro capricho. ¿Sabes de que soy responsable? —sigue callado—. De creer que al fin estabas mostrándote amoroso conmigo, que realmente ahora querías una familia conmigo. ¿Tienes idea de cuánto tiempo tu hermano se aprovechó de mí? —sus puños se cierran con demasiada fuerza—. Claro que lo sabes. Pero lo que te interesa no es eso. Soy culpable, si es pecado o ilegal esperar que mi esposo y mi pareja me ame y desee como yo a él, de eso soy culpable, su alteza. —trata de tomar mi mano, pero no lo permito. Me muevo antes de tener contacto con él—. Desearía tanto en este momento que mi madre se hubiera equivocado. Y poder cumplir con su deseo y no ser nada para usted, príncipe heredero. —hace ya un rato que las lágrimas han comenzado a salir.

—Jade...

—Le pido no me llame así. Este Ragnar no tiene derecho a hacerlo. —eso solo lo enoja aún más.

—Princesa...

—Exacto, soy una princesa. Quisiese que si no como su esposa, nadie en este lugar olvide que provengo de una familia fuerte y de la realeza al igual que usted, así que merezco un mejor trato, y respeto solo por ser un ser vivo. —sus ojos cambian por un momento a ser naranja encendido, conozco ese color, así que me alejo de él.

—¿Huyes cuándo ves el deseo en los ojos de tu esposo? —niego con la cabeza.

—Sé que aparearte y sobre todo conmigo no es algo que tú quieras en este momento, sin embargo, entiendo la desesperación que debe de sentir tu lobo al estar cerca de mí.

—¿En verdad comprendes eso? ¿También te sientes así? —vuelve a intentar acorralarme, pero me muevo rápido hacia el otro lado de la cama.

—¿Por qué esperar a que esto sucediese para hacer público que soy tu mate? —no dice nada—. ¿Por eso nunca quisiste nada conmigo luego de la boda? ¿Lo sabías, cierto? —de nuevo, no obtengo respuesta—. ¡Di algo! De otra manera voy a creer que me impediste... —entonces caigo en cuenta.

—¿Jade? —me llama.

—¿Me ocultaste tu olor? Lo sabías desde mucho antes de la boda y me ocultaste tu olor. ¿Por qué? —trata de negarlo, pero lo detengo—. Ni siquiera lo intentes, porque mientras tu involuntariamente deseas todo de mi porque mi aroma te atrae, yo no puedo sentir eso de ti. Así que dame una razón. Es decir, creo que soy hermosa, tengo buenos modales, soy organizada, quizás si un poco escandalosa de vez en cuando, pero en general he tratado de estar para ti y el reino. ¿Qué hice para ganarme eso de ti? —se encoje de hombros.

—Jade, por favor, no intentes cambiar que... —rodeo la cama hasta estar frente a él y lo siguiente que hago es apropósito—. Jade... —lo beso.

Porque tengo que comprobarlo. Él no tarda en reaccionar y antes de que yo pueda hacerlo, siento la suavidad del lecho debajo de mí. Él busca mi cintura y me apega a él con desespero. Sus labios dejando mis labios para recorrer mi cuello con anhelo.

—Hueles delicioso. Eres mía, carajo. Mi mujer.

Al saber que estoy en lo correcto, lo detengo.

—¿Qué...? Estas llorando. ¿Me pase? No he hecho nada... —me ayuda a incorporarme en la cama—. Jade... —solo eso me basta para abofetearlo—. ¿Por qué? ¿Estás loca? —asiento.

—Sí, lo estoy. Pero es tu culpa. ¿Negarme un derecho que tenemos todos? ¿Quién eres tú para decidir eso por mí? —me levanto y camino hacia la puerta de la habitación.

—¿A dónde vas? —cuestiona siguiéndome inmediatamente. No lo escucho y tomo el pomo de la puerta para salir de allí—. No te muevas, vas a quedarte aquí y es una orden. Como tu alfa. —malditas normas de la naturaleza. Me volteo y lo encaro—. De acuerdo, sí, lo hice, oculte mi olor y sigo haciéndolo. Pero tuve mis razones para hacerlo... —lo interrumpo.

—¿Tus razones? ¿Sabes que provocó eso? Que Nolan lo usará a su favor y ahora todo para lo que me preparé me quiere ser arrebatado y tú eres el primero que lo hace. ¡Es que no tiene sentido! ¿Por qué hacerlo? ¿Sabes lo increíbles momentos que nos negaste? —asiente—. Es bueno que sea consciente de ello, su alteza. Espero entienda que deseo retirarme. —no dice nada—. Ragnar, quiero irme, no quiero seguir viéndote. Me duele. —extiende su mano para tocarme—. No, no me toques.

—Jade, a pesar de lo que sucede, en verdad... —lo interrumpo.

—No me interesa eso, alteza, así como a usted no le importa mi inocencia, ni mis sentimientos. ¿Puedo retirarme? —él asiente—. Déjeme prometerle algo, alteza. No conozco sus razones para hacerlo lo que hizo, sin embargo, no estoy dispuesta a dejar que nadie más en este palacio me humille. Tenga por seguro que no lo voy a permitir y si el intento de humillación vine de parte suya, no va a agradarle las medidas que voy a tomar. —hago una reverencia y salgo de su habitación.

Con un millón de sentimientos encontrados y el corazón a punto de estallar.

No es que lo él hizo fuese un delito, al menos no es considerado así. Sin embargo, todos tenemos el derecho de saber quién es nuestra pareja destinada. Y el hecho de que la mía haya evitado que lo supiese, no solo me provoca enojo, si no también dolor y decepción.

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