5. El señor Prescott
°❀⋆・ᥫ᭡⋆゚❣︎ Eleonor ⋆˚✿
Pasé el resto del día leyendo toda la información sobre la familia Prescott.
Brook tiene treinta años. Fue jugador profesional de béisbol, pero una lesión lo obligó a retirarse. Compró el rancho mientras aún jugaba, y cuando dejó el deporte, se dedicó completamente a la venta de caballos. Le ha ido bien. Excelente, de hecho. Su reputación es impecable, sin problemas ni controversias.
Estuvo comprometido, pero terminó con su novia después de su retiro. Una preciosa modelo reconocida en las pasarelas.
Viendo su fotografía con el uniforme de béisbol, no puedo negar que es atractivo. Tiene un cuerpo trabajado, alto e imponente. En la imagen más reciente puedo notar que sus ojos parecen verdes o hazel, no estoy segura. Su mirada es penetrante y un poco dura. Una ligera curvatura en su nariz le da un toque distinto, rudo, y la barba que lleva ahora le sienta bien. Lleva el cabello corto, parece castaño oscuro, al menos así se aprecia en la fotografía.
Presiento que será un tipo presumido y prepotente, además de vaquero, es famoso, una muy mala combinación.
Mi nombre será Malka Brenner. Tengo veintisiete años, la misma edad que en la realidad, y todo indica que me quedaré una temporada en su rancho.
Preparo mi maleta y dejo otra lista para Monique, con mi teléfono y algunas cosas que necesitaré en mis días libres.
Estoy nerviosa, pero también emocionada. Arya confía en mí, y haré todo lo posible para que la misión salga bien.
Cuando finalmente me meto en la cama, mi descanso se va por un tubo.
Lo poco que logro dormir, sueño con el vaquero, que en esta ocasión tiene rostro y es el de mi próximo supuesto jefe.
Despierto antes de lo planeado. Me ducho, termino de prepararme y salgo del apartamento para tomar un taxi rumbo a la casa de Monique.
Apenas llego, toco el timbre con insistencia. Finalmente, abre con una cara de sueño difícil de ocultar.
—Regálame un café —le pido al entrar—. Aún no lo tomo y no quiero que mi día empeore.
—¿Quién te tiró de la cama? —replica, tallando sus ojos.
Vamos a la cocina, me entrega la taza y me siento, intentando calmarme.
—Explícame, ¿qué está sucediendo? —me mira más despierta, después de dar unos sorbos a su café.
—Tengo que viajar. Arya les explicará todo sobre la misión, pero antes necesito dejarte mi maleta con mis cosas y mi teléfono personal.
Monique abre los ojos sorprendida, al asimilar lo que acabo de decir.
—¿Estarás encubierta?
—Sí, y viajo en unas horas. No tengo tiempo de dar detalles, pero por favor, no olvides mi maleta —ruego—. Es la única forma en la que podré comunicarme con mi hermano durante la misión —doy un trago a mi café.
—No lo olvidaré, no te preocupes —me tranquiliza.
Termino el café con prisa y me pongo de pie.
—Me tengo que ir —respiro profundo observando el reloj—. Nos vemos pronto —me despido.
—Suerte —me abraza.
Salgo del apartamento, tomo otro taxi, esta vez rumbo al aeropuerto.
El vuelo es tranquilo y empleo mi tiempo para repasar toda la información, asegurándome de no olvidar ningún detalle.
Al llegar a Laredo, me dirijo a la cafetería donde me recogerán y aprovecho para comer algo mientras espero.
Minutos después, una camioneta con el nombre del rancho Prescott se detiene en la entrada.
Respiro hondo y tomo mi maleta.
Un hombre alto y delgado baja del vehículo. Lleva el sombrero ligeramente inclinado. No parece ser Brook Prescott.
—Hola —me acerco y me mira de pies a cabeza sin disimular.
—¿Es usted Malka Brenner?
—Sí, soy yo.
Abre los ojos poniendo una expresión de desconcierto.
—Lo siento, por alguna razón pensé que venía a recoger a… —se queda callado.
—¿A quién?
—No tiene importancia —se ríe—. Permítame ayudarle con su equipaje.
Toma la maleta y la sube a la camioneta.
Abre la puerta trasera para que suba, pero niego con la cabeza. Sonríe y abre la puerta delantera.
—Mi nombre es Spencer. Soy el capataz del rancho Prescott —explica al ponerse al volante.
—Mucho gusto, Spencer.
Arranca la camioneta y conduce para salir de la ciudad.
—Ahora que lo pienso, Brook no mencionó nada sobre prepararle uno de los apartamentos para empleados.
—No creo que sea un problema. Puedo instalarme al llegar.
Observo sus manos, marcadas por el trabajo de campo. Debe tener poco más de treinta años y por su cuello sobresalen algunos tatuajes, es atractivo y sobre todo, no parece un vaquero de esos presumidos.
—Tengo que confesarle algo —dice de pronto, con una sonrisa divertida.
—¿Qué pasa?
—No sé por qué, pero Brook pensaba que usted era una mujer mayor —se carcajea—. La sorpresa que se va a llevar al verla.
—¿Por qué pensaría eso?
—No tengo idea. Tal vez por algo que le dijeron en la agencia de contrataciones.
—Es probable —supongo, siendo consciente de que no pudieron decirle eso—. ¿Y el señor Prescott es un buen jefe?—pregunto, porque conforme avanzamos mis nervios aumentan.
—Lo es, tiene sus días, como todos. A veces es exigente, pero si no lo fuera, no sería el mejor criador de caballos en todo Texas —se acomoda el sombrero—. Muchas personas viajan hasta aquí solo para comprar caballos, créame —afirma con seguridad—. ¿Tiene experiencia con caballos?
—La verdad, muy poca —confieso—. Pero tengo entendido que estaré trabajando solo en la oficina.
Spencer suelta una carcajada.
—Con Brook nunca se sabe, es capaz de enviarla a darles de comer a los caballos si fuese necesario.
Le lanzo una mirada seria y tuerzo la boca un poco preocupada.
—Es broma —se apresura a aclarar.
Un par de horas después, toma una salida en la carretera.
—Aquí empieza el rancho Prescott —Spencer señala un enorme letrero.
Tal como lo vi en el mapa, el lugar es inmenso. Entre más avanzamos, nos acercamos a la casa principal… o mejor dicho, a las casas. Hay dos. Una parece una cabaña; la otra, es más grande e imponente.
—Por allá —señala—. Están las caballerizas principales y los apartamentos donde vivimos los trabajadores. Son pequeños, pero tienen lo necesario para estar cómodos.
—¿Entonces ahí me quedaré yo?
—No lo sé. Lo mejor será consultarlo con el jefe —sonríe.
Spencer me agrada. Es amable, relajado, un poco coqueto, pero nada que no pueda manejar.
La camioneta se detiene frente a la casa más pequeña. Me bajo, y en ese momento, la puerta se abre. Sale un hombre, vestido con: Botas, pantalón azul, camisa de cuadros y el infaltable sombrero, es nada más y nada menos que Brook Prescott. Ahora que lo veo en persona, me parece diferente, es más imponente, guapo y… definitivamente tiene cara de amargado.
Sus ojos me recorren de pies a cabeza, escrutándome con intensidad. No sé si está sorprendido o molesto, ya que él esperaba a alguien mayor, termina de observarme y endurece la mandíbula.
—Buenas noches —su voz profunda resuena, provocando una extraña vibración en mi pecho.
—Buenas noches, señor Prescott. Soy Malka Brenner —le extiendo la mano.
—Mucho gusto —responde con seriedad, estrechándola con firmeza.
—Brook —interviene Spencer—. Nos detuvimos para preguntarte si la señorita Brenner se quedará en uno de los apartamentos.
—No —se aclara la garganta y hace una pausa algo incómoda—. Ella se quedará aquí, conmigo.
Su mirada deja claro que la idea no le agrada del todo y noto cierta desconfianza en su mirada.
—Perfecto —Spencer deja la maleta en el porche—. Entonces me voy. Nos vemos, señorita. Ya sabe que estoy aquí para lo que necesite.
—Gracias, Spencer.
—Pase, por favor —Brook señala la puerta.
Toma mi maleta y entro, con él siguiéndome los pasos.
El lugar es amplio, ordenado y me gusta que todos los acabados son en madera como una cabaña. La cocina y el comedor están conectados en un espacio abierto, y la sala de estar es moderna, los sillones son de cuero en color beige y lo que más llama mi atención son los enormes ventanales.
—Preferí que se quedara aquí para que podamos conversar sin preocuparnos de que alguien nos escuche —explica.
—Me parece bien —asiento.
Noto que sigue observándome.
—¿Pasa algo? —interrogo.
—Me cuesta imaginarla como agente de la DEA. No parece el tipo de persona que encajaría en una investigación como esta.
—¿Es de los que creen que las mujeres no estamos a la altura? —suelto una risa sarcástica.
—Nunca subestimaría a una mujer —su tono es tranquilo, pero serio—. Solo creo que este trabajo es peligroso y arriesgado.
—Créame, estoy entrenada —cruzo los brazos—. No llegué aquí por casualidad. Me gané mi puesto con esfuerzo y dedicación.
Él se encoge de hombros, como si mi respuesta no le importara.
—Su habitación está en el segundo piso —señala las escaleras.
Toma la maleta, sube y lo sigo. Nos detenemos cerca de dos puertas, una frente a la otra.
—Aquí se quedará —indica la puerta derecha—. Puede usar la cocina sin problema. Si necesita algo, puede pedírmelo o a cualquiera de los trabajadores.
—¿Y la otra puerta?
—Esa es mi habitación —me mira de nuevo con expresión neutral—. Por ahora debería descansar. Mañana hablaremos de todo. Incluso puedo llevarla al lugar donde está el túnel.
—Perfecto, señor Prescott. Se lo agradezco —tomo mi maleta y entro, cerrando la puerta tras de mí con rapidez.
La habitación es espaciosa. Muebles de madera, una cama enorme, una mesa con dos sillas, un sofá y un televisor. El closet es amplio, y el baño aún más. Incluso tiene una tina, es mucho mejor de lo que hubiera imaginado.
Me acerco a la ventana y la vista da hacia las caballerizas. Aunque está oscuro, todo se ve impresionante.
Recorro la habitación y me dejo caer en la cama, es cómoda, demasiado, pero ni eso logra relajar la enorme tensión que siento sobre mis hombros.
Presiento que este caso será más complicado de lo que esperaba.
Brook Prescott ya parece odiarme y apenas me ha visto unos minutos.
Mi hermano decía que yo causaba ese efecto en los vaqueros. Ya que siempre terminaba peleando con los que conocía. Intentaré avanzar rápido y salir de aquí cuanto antes.
Lo único que sé, es que ni el señor Prescott, ni nadie, hará que falle en mi primera misión como agente encubierta.
