Una misión para recordar

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6. Malka Brenner

༅➹⁂ Brook ⁀➷♞

La llegada de Malka Brenner me tomó por sorpresa. Su jefe, Benjamín, era un hombre imponente; por eso, había imaginado a alguien que compartiera ese mismo aire de autoridad. Alguien mayor, con un porte robusto.

Entonces, se bajó de la camioneta: Joven, delicada y hermosa. Mi mente tardó un instante en procesarlo. Me quedé inmóvil, atrapado en la contradicción de mi propia suposición. Por un momento, olvidé cómo reaccionar.

Cruzamos unas cuantas palabras, pero la tensión que ya sentía al verla, no hizo más que crecer. Ahora está instalada en la habitación, y la certeza de su presencia pesa en el aire. No sé cómo sentirme al respecto.

Entro a la ducha y dejo que el agua fría me despeje, intentando disipar el revoltijo en mi cabeza. Pero al salir, la inquietud sigue ahí. Me pongo el pantalón del pijama y me acomodo en la cama, apagando la lámpara. La oscuridad no ayuda. No logra borrar el hecho de que ella está aquí, a unos pasos de distancia, solo espero que esto se solucione a la mayor brevedad.

Cierro los ojos y como siempre, el sueño brilla por su ausencia. He estado tentado en probar los tés relajantes que mi madre recomienda, pero nunca me animo.

Además, el calor es sofocante y me ahoga.

Bajo a la cocina en busca de agua fría. Tomo un vaso del gabinete, lo lleno y bebo lentamente.

De pronto, la luz se enciende y Malka da un respingo al verme.

—¿No puede dormir? —le pregunto y me fijo en su pijama, un pantalón de satín y una blusa de botones en color rosa, que contrasta con sus mejillas, ahora sonrojadas.

—Hace algo de calor —menciona y su mirada se detiene por un instante sobre mi pecho desnudo.

—Hay limonada fresca en el refrigerador—señalo y le extiendo un vaso—. Revisaré el aire acondicionado, tal vez necesite bajar un poco más la temperatura.

Lleva su cabello suelto y noto que le llega un poco más arriba de la cintura, lo tiene ondulado y de un color cobrizo oscuro muy brillante.

Se sirve limonada y se sienta en uno de los bancos de la barra.

—¿No está acostumbrada al calor? —interrogo, imaginando que su vida debe ser más fácil y esto es algo nuevo para ella, parece tan frágil y delicada.

—Sé adaptarme perfectamente a lo que sea necesario —responde con aire desafiante.

—Bien, dejemos algo claro señorita Brenner —me siento frente a ella manteniendo la mirada fija—. Evidentemente, estar cerca de mí no le resulta cómodo, algo comprensible dada su situación en este lugar.

—Solo vine a trabajar, señor Prescott —su tono es firme—. No estoy aquí para preocuparme por mi comodidad, ni por quién me rodea. Y recuerde, todo esto también es por su bien, cuando la verdad salga a la luz, usted quedará libre de investigaciones… claro, si es inocente.

—¿Entonces soy un sospechoso para usted? —inquiero, frunciendo el ceño.

—No lo conozco —sostiene la mirada sin parpadear—. No pondría mis manos en el fuego por nadie.

—¿Me cree tan imbécil como para llamarlos si fuera culpable? —escupo las palabras con furia.

—Yo no creo nada, señor Prescott —declara sin titubear—. Hemos visto casos que sorprenderían a cualquiera. A veces, quienes denuncian son los mismos culpables, usando nuestra presencia para despejar el camino y continuar sin obstáculos.

—Lo único que me faltaba. —Alzo la voz con frustración—. Tener en mi propia casa a alguien que no solo desconfía de mí, sino que además me investiga.

—Si no tiene nada que temer, ¿por qué tanto enojo? —sonríe con aire petulante.

Estoy furioso, pero eso no impide que me distraiga con su sonrisa, con esos labios carnosos y rosados que, sin quererlo, me desvían por un instante del enojo que sentía.

—Me temo que hablaré con su jefe —suelto, reaccionando de nuevo—. Fingir que tenemos una buena relación será complicado, ni siquiera podríamos pasar por amigos.

—Hágalo, está en su derecho —da un sorbo a su bebida, terminándola con calma—. Y no se preocupe, no hay necesidad de fingir nada. Yo solo cumplo con mi trabajo, y usted, al parecer, está intentando evitar complicaciones futuras. Las cuales, déjeme advertirle que pueden ser graves y afectar negativamente su rancho. Así que lo mejor será avanzar cuanto antes.

—No me agradan las mujeres presuntuosas, por esa razón nadie creería que somos amigos —insisto.

—En eso estamos de acuerdo. A mí tampoco me agradan los hombres prepotentes y machistas —se pone de pie, lava el vaso y desaparece por las escaleras.

La sigo con la mirada todavía disgustado por la confrontación.

—Si hubiera sabido lo que esto conllevaba —digo en voz alta bufando—. Hubiera llamado al sheriff —gruño y dejo el vaso en el fregadero.

Reviso el aire acondicionado y bajo la temperatura más de lo necesario.

A ver si la agente se refresca un poco y con suerte, también se le baja ese ego que carga tan alto.

Regreso a mi habitación, me dejo caer en la cama y doy vueltas, inquieto. Casi al amanecer, el cansancio me vence.

Despierto un par de horas después, aún sintiendo el peso del cansancio. Me dirijo directamente a la ducha, buscando despejarme antes de cambiarme y bajar para la cocina.

—Buenos días, mamá —me acerco y le doy un beso en la mejilla.

—¡Tienes una cara horrible! —expresa preocupada.

—Así me hiciste —suelto una risa ligera.

—Brook, me refiero a que se nota que no descansaste —frunce el ceño con desaprobación—. Deberías aceptar tomar algo para relajarte y dormir mejor.

—Lo pensaré, mamá.

—¿Qué tal tu nueva asistente? —su mirada se desliza hacia las escaleras.

Me sirvo café, tomándome un momento antes de responder.

—No lo sé. No me cayó del todo bien —agito la cuchara en la taza, buscando la palabra adecuada para describirla—. Es algo… antipática.

—Pero, Brook, acaba de llegar. ¿Cómo puedes decir eso?

—Me parece que cree que consiguió este trabajo gracias a su impecable currículum —resoplo, recordando sus palabras.

—Espero que así sea. No imagino que la agencia te enviara a alguien que no estuviera calificado para ser tu asistente.

—En fin, mejor me apresuro a desayunar —consulto mi reloj, son casi las cinco de la mañana—. Tengo varios pendientes y, en unas horas, cuando se le ocurra despertar, tendré que explicarle a mi nueva asistente sus obligaciones y horarios.

Mi madre no me quita la vista de encima. Seguramente sospecha que escondo algo, aunque no tiene idea de lo que realmente sucede.

—Va a trabajar en la oficina. No puedes esperar que se despierte a la misma hora que tú —advierte.

Deja el plato sobre la mesa y se sienta frente a mí. Entre semana siempre viene a prepararme el desayuno, aunque le he pedido muchas veces que no se moleste, ya que no es necesario, pero, lo confieso, me agrada. Nos da tiempo de conversar sin interrupciones y disfrutar unos minutos a solas.

—¿Quieres que venga más tarde a presentarme? —insiste, volviendo al tema de mi nueva “asistente”.

—Es una buena idea. Así puedes darle los detalles sobre la comida.

—Puede comer con nosotros en la casa —sugiere con naturalidad.

—No creo que acepte, pero inténtalo.

Termino mi desayuno, recojo el plato y me dirijo a la oficina. Al ver todo perfectamente acomodado sobre mi escritorio, recuerdo a la agente, durmiendo plácidamente en una de las habitaciones, deberá ordenar mi oficina para que su estadía aquí parezca más creíble. Decido darle algo de trabajo: desordenando la documentación hasta dejar un completo desastre.

Subo a mi habitación con una sonrisa satisfecha, me cepillo los dientes, selecciono uno de mis sombreros y regreso a la cocina para acompañar a mi madre de vuelta a la casa.

Estoy a punto de irme cuando aparece Daryl.

—Buenos días, Brook.

—Buenos días.

—¿Llegó tu asistente?

—Sí —respondo, frunciendo el ceño.

—¿Pasa algo? —pregunta con curiosidad.

—No, todo está bien —miento para evitar su interrogatorio.

—Brook Prescott, te conozco demasiado bien como para que intentes engañarme.

Resoplo, sin ganas de darle más detalles.

—Solo estoy sorprendido. Pensé que llegaría una mujer mayor y me equivoqué.

—¿Entonces es joven? —indaga con entusiasmo.

—Probablemente tenga menos de treinta —supongo.

—¿Y es guapa?

—No lo sé, la vi por unos minutos —vuelvo a mentir. La verdad es que es lo que le sigue de guapa, sus preciosos ojos claros son especialmente hermosos, aunque me observaban con algo de furia. Es muy atractiva y tiene una figura envidiable, incluso con la ropa holgada que vestía al llegar.

—Con eso debiste tener para saber si es guapa o no —presiona.

—No tengo tiempo para tonterías, Daryl. Tengo trabajo —me giro, cerrando la conversación.

—¿Quieres que vaya para ponerla al tanto de todo en la oficina? —ofrece.

—No es necesario. Regresaré en unas horas para hacerlo yo mismo.

Entro a los establos y me subo a mi caballo, listo para empezar el día. No quiero que mi madre, ni Daryl, tengan demasiado acercamiento con la agente.

Doy una vuelta por el campo, revisando que todo esté en orden. Los caballos que criamos aquí son de los mejores de la zona y me aseguro de que reciban la atención especial que merecen.

—Buenos días —saluda Spencer, cuando llego a las caballerizas.

—¿Qué tal? ¿Todo en orden? —me bajo del caballo.

—Sí, todo perfecto —responde y se acomoda el sombrero—. ¿Y la doñita?

—¿Qué doñita? —frunzo el ceño.

—Pues tu asistente —suelta divertido.

—En casa, supongo que sigue dormida.

—¿No vendrá contigo a trabajar?

—Ella vino para hacer trabajo de oficina —aclaro.

—Pero podrías traerla alguna vez para que conozca bien el rancho —sugiere con un interés que me parece exagerado.

—¿Te gustó? —adivino.

—¿A ti no? —replica con una sonrisa—. Es preciosa, agradable e inteligente, en mi vida había visto una doñita como ella.

—¿Ya me puedo reír de tu chiste? —cuestiono y su carcajada resuena por todo el lugar—. Cuidado, Spencer —advierto—. No quiero problemas amorosos en mi rancho.

—Tal vez si me permitieras mostrarle el rancho, Soraya se daría cuenta de que tengo más opciones —se ríe.

—Tal vez si te comportas, llamarías la atención de Soraya y no tendrías que usar a otra mujer para darle celos —contesto, negando con la cabeza.

—No lo sé. Creo que Soraya está muy cambiada, y si tuviéramos algo, podría romperme el corazón, además está de paso.

—¿Y qué te hace pensar que mi asistente no está de paso?

—Con una doñita como esa, yo me mudaría a donde ella me lo pidiera —exagera con voz cantarina.

—Mejor muévete a traer el caballo de la hija del alcalde —presiono, dando por terminada la conversación.

Necesito enfocarme en el trabajo, no seguir hablando de esa mujer tan antipática.

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