Una misión para recordar

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7. Algo en común

°❀⋆・ᥫ᭡⋆゚❣︎ Eleonor ⋆˚✿

La mañana no empieza de la mejor manera, no consigo dormir bien. Desde que subí a la habitación, la casa dejó de ser cálida; a parecer un congelador.

Y para colmo, el recibimiento del señor Prescott, bueno, decir que fue frío sería quedarse corto, noté cierta molestia al ver que no llegó una mujer mayor y mi actitud a la defensiva, no es que ayudara mucho.

Me doy una ducha y me visto con ropa cómoda, pero formal: pantalón café, blusa azul cielo y zapatillas planas, dejo mi cabello suelto, me maquillo ligeramente y salgo.

La puerta de la habitación de Brook está abierta y no se escucha nada, supongo que no está. La curiosidad de saber un poco más de él, me gana y entro.

Todo está perfectamente ordenado, el lugar es bastante espacioso, la cama king size está hecha, los muebles de madera son un poco más oscuros que los de mi habitación, hay una pequeña estancia con dos sillones y una enorme televisión.

En una de las paredes destaca un perchero lleno de sombreros vaqueros de todos colores. Algunos nuevos y otros desgastados, no cabe duda que el señor Prescott tiene una colección extensa.

Doy unos pasos y por ir de boba, me tropiezo con un tapete, cayendo sobre la cómoda cama, el aroma de una loción masculina inunda mis sentidos y suspiro, no está nada mal.

—Hola —una voz infantil me hace pegar un salto y me incorporo de prisa para encontrarme con un niño que me observa desde la puerta—. ¿Eres la novia de mi tío?

Mis ojos se abren de par en par.

—Hola —me aclaro la garganta, recuperando el aliento—. No, no soy la novia de tu tío.

—¿Y qué haces en su cama? —señala con total inocencia—. Mi mamá dice que solo los novios pueden compartir cama, aunque yo, como soy su hijo, puedo dormir con ella y con mi abuela, sin problema.

—Yo no…

La situación empeora cuando una mujer asoma la cabeza por la puerta.

Es preciosa, rubia, ojos claros, pecas en la nariz y una silueta estilizada. El parecido con el pequeño me indica que debe ser su madre.

—Buenos días —saluda cordial, aunque la escena claramente la desconcierta.

—Buenos días, soy Malka Brenner —me apresuro en presentarme, intentando quitarle tensión al momento.

—Bienvenida al rancho Prescott —sonríe amable—. Soy Daryl —me estrecha la mano—. Lo siento, este pequeño suele entrar como si nada y a veces se le olvidan los modales.

—Yo soy Bruno Prescott —declara el niño con orgullo.

—Venimos a darte la bienvenida y a ofrecerte ir a desayunar con nosotros a la casa —añade Daryl, risueña.

—No quiero molestar.

—No lo haces —responde Bruno con seguridad—. Si ya dormiste en la cama de mi tío, eres de la familia.

Me atraganto con mi propia saliva y Daryl se cubre la boca, conteniendo la risa.

—Perdón. Salió a su padre, no tiene filtro —se abanica con la mano—. A veces hace preguntas incómodas y trato de explicarle de una forma que pueda entender, sobre todo viviendo rodeado de tantos hombres en el rancho.

Exhalo, resignada. Tendré que aclararle todo al señor Prescott en cualquier momento y definitivamente, la situación empeorará.

Bajamos y Daryl se detiene junto a una puerta cerca de la sala.

—Esta es la oficina, aquí pasarás la mayor parte del tiempo —explica mientras abre y encontramos un caos monumental—. ¡Qué pena! —exclama, avergonzada—. Brook no es tan desordenado, bueno, solo cuando está trabajando.

Mis ojos recorren el escritorio, invadido por papeles.

—Permítame dudarlo —resoplo.

—¡Hace mucho frío aquí! —se estremece, frotándose los brazos—. Le diré a Brook que revise el aire acondicionado.

—Mamá, tengo hambre —presiona Bruno.

—Vamos a la casa, al cabo ya eres de la familia —bromea divertida, haciéndome reír.

—Yo no dormí en la habitación del señor Prescott —intento aclarar la situación, aunque ya siento que es inútil.

—No tienes que explicar nada —me tranquiliza.

—No quiero que se malinterpreten las cosas. Solo entré para ver si él estaba y...

—Tranquila, Malka. De verdad, no hay problema —insiste—. Vamos a desayunar —me observa con paciencia—. Si quieres, luego te doy una vuelta por el rancho para que te vayas familiarizando con el lugar.

—Está bien, gracias.

Salimos y cruzamos una pequeña vereda hasta la casa principal.

Ahora en el día, la casa es mucho más impresionante, la decoración es sencilla, pero con un equilibrio perfecto entre lo moderno y lo campestre.

Al entrar al comedor, una mujer de mirada cálida se acerca.

—Buenos días —me saluda con gentileza—. Soy Mara Prescott.

—Un placer, señora —respondo, educada—. Soy Malka Brenner.

Es una mujer muy guapa de unos sesenta años, lleva el cabello negrø recogido con algunas canas que le dan un aire distinguido, sus ojos oscuros tienen un brillo especial como si guardaran grandes historias, viste de manera cómoda y sencilla, pero su presencia impone, tiene un porte natural, de esos que llaman la atención sin esfuerzo.

—Llámame Mara, por favor —me pide con voz dulce—. Bienvenida al rancho, me alegra saber que mi hijo por fin tendrá una asistente personal, le vendrá bien alguien que lo ayude con la documentación, siempre ha sido un poco descuidado con esas cosas —se ríe.

—Ella es la novia de mi tío —interviene el pequeño.

—No, hijo —corrige Mara con dulzura—. Ella va a trabajar con tu tío.

—Pero estaba en su cama y…

Mara abre los ojos con sorpresa y antes de que pueda decir algo, Daryl entra al rescate.

—Un pequeño malentendido —aclara, salvándome, por ahora.

Mara se relaja, aunque su expresión se suaviza con nostalgia.

—Mi hijo Bruno era igual de imprudente —menciona risueña—. Me dejaba en vergüenza en el pueblo —su mirada se pierde por un instante y puedo imaginar que está reviviendo momentos con su hijo, hay mucho dolor en sus ojos—. En una ocasión le contó a la cajera del supermercado que un hombre me visitaba todas las mañanas —se ríe, moviendo la cabeza con incredulidad—. Era el lechero que nos dejaba los pedidos diarios, pasé meses siendo el centro de las conversaciones en el pueblo.

Sonrío con diversión al imaginar la situación.

—¿Tomas café o eres de esas chicas que no lo soportan? —interroga Daryl, sirviendo las bebidas.

—Necesito una buena taza para empezar mi día de buen humor —confieso.

—Igual que Brook —replica Mara con una enorme sonrisa—. Si no bebe café al levantarse, es imposible soportarlo el resto del día.

«Increíble que tenga algo en común con el vaquero engreído» pienso.

Nos sentamos, en la mesa hay una variedad impresionante de platillos. No sé si es por mi llegada o si siempre desayunan así, pero todo se ve delicioso.

—¿Eres de Laredo? —interroga Mara, con interés mientras comemos.

—Sí —contesto con la verdad.

Antes de que pueda seguir con otra pregunta, el pequeño Bruno interviene.

—¿Piensas tener hijos con mi tío? —insiste en nuestro noviazgo muy quitado de la pena y todos nos quedamos en silencio.

—Brunito —lo llama su abuela con suavidad—. Ya te dijimos que ella no es la novia de tu tío, la señorita Brenner está aquí para trabajar.

Él me mira con esos grandes y preciosos ojos azules.

—Eres muy bonita —me halaga.

—Gracias, caballero —sonrío—. Usted también es muy guapo.

—Sí, pero no podría ser tu novio, soy muy pequeño, tengo cuatro años y mi mamá no quiere que tenga novia hasta que cumpla la mayoría de edad —afirma con seguridad, haciéndome reír.

—Es una pena —me lamento con exageración. Estoy sorprendida con Bruno, para ser tan pequeño habla muy claro y es muy inteligente.

—¿Te quedarás en el rancho por tiempo indefinido? —Daryl cambia el tema.

—Ayudaré al señor Prescott a organizar algunas cosas, luego veremos si sigue requiriendo mis servicios —me encojo de hombros.

Ya que no tengo certeza de cuánto tiempo estaré aquí.

De pronto, se escucha la puerta y pasos firmes se acercan.

—¡Tío! —exclama Bruno, corriendo hacia Brook.

Su presencia impone, como la noche anterior.

—¿Cómo estás, campeón? —lo abraza con cariño.

—Mi mamá me llevará al colegio, ¿quieres venir con nosotros?

—Me temo que no será posible —suspira—. Necesito hablar con la señorita Brenner.

—Deja que termine su desayuno —intercede Daryl.

—Ya terminé —me pongo de pie, antes de que Brook pueda replicar—. Mil gracias, todo estuvo delicioso.

Empiezo a recoger mi plato, pero Mara me detiene con un gesto.

—No te preocupes por eso.

Asiento y camino hacia Brook.

Hoy viste un pantalón azul oscuro, una camisa de cuadros negros y otro de sus sombreros. Más cerca, sus ojos me parecen incluso más intensos. Me recuerdan a los de un gato que tenía mi vecina: Brillantes, verdes, impredecibles y me observa igual que el gato, como si quisiera atacarme en cualquier momento, solo le falta gruñir.

—Adiós, Malka —se despide Bruno.

—Adiós, Bruno.

Salimos de la casa.

—A esta hora no hay muchas personas por la zona del túnel, ¿quiere ir?

—Por supuesto.

—¿Sabe montar? —pregunta arrugando el entrecejo.

—Sí.

Acelera el paso y lo sigo hasta el establo, saca dos caballos, uno café, que me parece enorme y otro blanco con manchas marrón.

Brook monta el primero y señala el otro, indicándome que es para mí, me cuesta un poco subir, hace tiempo que no monto y la mirada penetrante de Brook, no ayuda.

Me acomodo cuando él ya ha salido disparado, dejando una nube de polvo detrás.

—Por Dios —resoplo—. Que manera de presumir sus habilidades.

Lo sigo, me cuesta alcanzarlo, pero el caballo que me asignó es dócil y responde bien. Menos mal que Gabo y yo aprendimos a montar cuando éramos adolescentes.

A pesar de mi molestia, no puedo evitar admirar el rancho, es espectacular y los caballos son impresionantes. Ahora entiendo por qué tiene fama de ser el mejor criador de la zona.

Brook reduce la marcha y señala adelante.

—Es ahí —apunta hacia una bodega abandonada, escondida entre matorrales.

Nos acercamos y me bajo, la entrada está llena de maleza, pero es evidente que alguien la ha colocado ahí intencionalmente.

—A unos minutos están los apartamentos de mis empleados —explica—. Spencer y Soraya son los que se dieron cuenta de que había algo extraño aquí.

Me tomo un poco de tiempo tomando fotografías y observando el lugar con detenimiento.

Salimos de la zona y mientras cabalgamos de regreso, inspecciono el terreno.

El rancho más cercano a la bodega es el Prescott, los demás están más alejados, así que si puede ser que si no se investiga de manera correcta, él resultará sospechoso.

—Sé que no estoy del todo libre de sospecha ante sus ojos —su voz es seria—. Pero me cuesta creer que uno de mis trabajadores podría estar involucrado.

—En estos casos, nunca se sabe —afirmo—. Me gustaría tener más información de sus empleados y de ahí podríamos darnos alguna idea de sus perfiles.

Brook asiente, pero sus ojos siguen fijos en el horizonte. Algo en su expresión me dice que no va a dejar el tema tan fácil y que estará muy al tanto de los avances en las investigaciones.

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