UN GRITO DE ESPERANZA
Liz
Llegué a las 4:40 a aquella cafetería, estaba casi desértica, solo una mesa estaba ocupada por un trío de ancianas jubiladas que compartían sus aventuras siendo abuelas, reían y elogiaban sus joyas antiguas. El cielo estaba gris y comenzaba a lloviznar.
Me dirigí a la mesa más cercana y una amable mesera tomó mi orden, luego saqué mi teléfono y le escribí a Richard para decirle que ya había llegado. Rápidamente me contestó con un emoticón de sorpresa y un “no tardó” y mi estómago se sintió vacío, como si cayera.
Trajeron muy rápido mi café y solo agradecí poder distraerme de esa sensación con la bebida.
Al cabo de 10 minutos llegó Richard: 1.80 de estatura, moreno con cabello lacio, castaño y corto, sus ojos eran aceitunados en forma de almendra y sus labios carnosos. Un poco de barba se asomaba en su piel canela dándole un toque bastante varonil.
— Llegaste muy rápido—me dijo sonriendo mientras jalaba su silla para sentarse frente a mí.
— No había tráfico— respondí inmediatamente, aunque sentí que me ruborizaba. Respiré profundo para calmarme.
Lo miré con cuidado, aunque vestía con un abrigo se notaba que tenía la espalda ancha y cuerpo tonificado. ¡Maldición!, se veía tan guapo.
De repente mi voz interior se hizo presente: —“debí haber usado un vestido en vez de este pantalón aburrido y esta blusa holgada. Por lo menos me hubiera depilado las piernas, debí haberme puesto una tanga”
Pero interrumpió mis pensamientos.
— ¿Está todo bien, Liz?— Me preguntó amablemente, solo él sabe qué cara hice cuando lo miré.
— Excelente— respondí.
Él se quedó mirándome y volví a pensar que era muy guapo aunque también supe que quizás eran mis hormonas pues llevaba prácticamente cuatro años sin tener alguna relación, tampoco acostumbraba a dormir con nadie; entonces al recordar eso simplemente me calmé un poco y pensé:
—”Qué bueno que no ocupé un estúpido vestido, fue excelente no haberme depilado las piernas ni haber utilizado una tanga, no me voy a enamorar".
Fue solo un pequeño instante que se me hizo eterno. Pronto desabotonó su abrigo beige de los últimos botones para poder estar más cómodo, recargó sus manos en la mesa, y pude ver un reloj Rolex analógico en su mano izquierda y portaba tres anillos pero ninguno era de casado. Sus uñas estaban cortas y redondeadas, me llamaban la atención sus dedos largos pero preferí dejar de verlo, no quería incomodarlo, entonces le di un sorbo a mi café.
No tardó en llegar la mesera y ordenó un café cortado con un pastel de chocolate. Luego miró a la mesera, su tono era muy amable, como del tipo de cliente que sientes que sus órdenes no son eso como tal. Pero cortó el contacto visual con la mesera y me miró de nuevo.
— Liz ¿quieres algo de comer?— preguntó con amabilidad.
— Una tarta de manzana, por favor— respondí saliendo de mi transe.
Ella se marchó inmediatamente tras haber recogido nuestros menús y comenzó la charla.
— ¿Ha estado lloviendo mucho por aquí, Liz?— preguntó intentando romper el hielo.
— Solo un poco, aunque hoy parece que lloverá más que otros días— respondí rápido.
— Entonces, fue buena idea vernos aquí.
— Creo que sí— entonces sonreí ligeramente.
— ¿Y qué has hecho? Tiene más o menos cinco años que no sé de ti— preguntó curioso.
— Pues no mucho, de hecho. Solo me he dedicado a trabajar, a estudiar un poco y ya. Tiene como unos tres años que me independicé completamente de mis padres, todo ha ido bien— respondí sin darle importancia, pero aún me sentía atontada— ¿Y tú?
— Casi igual que tú, aunque hice una especialidad en derecho penal y otra en derecho civil, llevo casi cuatro años viviendo solo y todo va excelente— respondió con esa misma sinceridad característica de él y yo no podía parar de mirar sus labios.
Cuando llegó la mesera y colocó nuestras órdenes en la mesa, Richard le agradeció y ella se retiró sonrojada.
— ¿Es padre trabajar en gobierno?— preguntó repentinamente.
— Supongo que sí— dije tocando la oreja de mi taza.
— ¿Qué haces ahí?— insistió.
— Trabajo con radiofármacos. Es por honorarios, aún no tengo base y espero que no tarde demasiado en llegar. No está tan mal, pero no tengo prestaciones ni antigüedad laboral, me pagan una vez al mes, tengo transporte de la empresa y servicio de comedor entonces, de alguna manera está bien— respondí con gran velocidad y es que me sentí inestable pero él se seguía manteniendo tranquilo.
— Tienes razón, no suena mal. Yo nunca pude adaptarme a trabajar en gobierno ¿Sabes?, pensar en que tengo que estar como 30 años trabajando en lo mismo, no me encanta la idea. Me gusta el ambiente privado porque puedo cambiar cuando quiera, sin tener que perder tanto, ni dar explicaciones— dijo con cierto toque de arrogancia, pero esa arrogancia tiene ciertos matices sensuales para mí.
— Suena bien, aunque bueno, tú y yo nos dedicamos a cosas completamente distintas— le dije sonriendo. Inmediatamente pensé que sería mejor dejar de sonreír como tonta, entonces mi gesticulación se hizo neutra.
— Eso es lo mejor, Liz, que seamos polos opuestos, sino, qué aburrido sería tener que hablar de lo mismo a la hora de la comida. Es genial poder sentarme en esta mesa con una taza de café recién hecho— levantó su taza y señaló con su mano— platicando de medicamentos radiactivos, en vez de platicar de mi próxima audiencia o de ir a conocer a cierto juez.
No pude contenerme y solté una risa sonora.
— "Medicamentos radiactivos"— repetí burlándome y él se rió conmigo.
Algo de tensión se rompió en ese momento, pero sin duda sabía que me estaba enamorando y eso estaba mal, completamente mal. Me quedé pensando un poco y me convencí de que lo que estaba sintiendo era como un síndrome de abstinencia, por no haber tenido relación alguna en los últimos años.
Seguimos platicando de tonterías, cosas de la escuela, algunos conocidos, películas, razones por las cuales apoyar o estar en contra de las corrientes ideológicas y demás, con él era bastante fluida la plática, no era como cuando estábamos en la preparatoria que platicábamos de bandas, asignaturas, esta era una conversación de otro nivel; lo conocía, sí, de nuestros años mozos, pero en ese momento era como si tuviera que conocer a otra persona con cara de mi amigo y de algún modo, era fascinante.
— Estuvo delicioso— dijo al terminar.
Y mi corazón latió fuerte.
— Sin duda, ha sido una excelente tarta de manzana— comenté intentando esconder mi tristeza de que la cita llegaría a su final.
— Estaba pensando en que quizás podríamos ir a un bar, ví que a una cuadra abrieron uno que tiene un diseño interesante ¿Quieres venir?
Y aunque intenté mantener mi expresión neutral, un grito de esperanza llenó lo más profundo de mi ser.

































