Jugando a ser pareja

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Capítulo 5 Capítulo 5

—¿Qué estás haciendo?

—Te ves mejor con este —ladeó la cabeza y sonrió con suficiencia—. A Drew le gustará más.

—¡Basta! —espeté, seguida de una risita—. Ya no estoy enamorada de él.

Aparté el vestido y evité el contacto visual mientras me inclinaba hacia atrás para aplicarme otra capa de rímel. Nev desfilaba por la habitación de invitados de casa de mi hermano, donde tenía literalmente todo lo que había apilado en cajas.

—Está bien, si tú lo dices —colocó el vestido sobre una caja—.

Suspiré y puse los ojos en blanco. Él había pedido ese vestido, y no quería que consiguiera lo que quería, pero la verdad es que me quedaba mejor.

—De acuerdo, me pondré el vestido si dejas de hacer pucheros.

—¡Sí! —exclamó Nev, dejándose caer a los pies de la cama—. Es que ahora está buenísimo. ¿Y por qué te eligió a ti precisamente para que fingieras ser su novia?

Cerré el cepillo de la máscara de pestañas y lo metí en mi neceser. Al girarme en la silla vi el desorden que habíamos hecho intentando elegir un conjunto: ropa tirada por todas partes. Todo ese lío para nada. El minivestido rojo ya estaba sobre las cajas antes de que empezara a buscar.

Me levanté y me miré en el espejo por última vez antes de ir a buscar el vestido.

—No sé. Beck dijo que era porque nos conocíamos, así que habría menos fingimiento. Creo que eso significa que fingiríamos más, ya que detesto su personalidad. Fue muy cruel conmigo en el instituto.

—Sí, ese bocado de crema agria en la competición de atletismo fue cruel —Nev se desplomó hacia atrás, tumbada—. Ah, ¿y qué me dices de aquella vez que le puso compresas por todas las ventanillas del coche con tinte rojo en el centro? ¡Qué inmaduros! Deberían haberlo pensado mejor, siendo mucho mayores que nosotros, pero eran unos idiotas.

Me reí al recordarlo mientras me subía el vestido por las caderas. Ajusté el corpiño para asegurarme de que el pecho quedara bien recogido y fruncí los labios.

—Sí, siguen siendo unos idiotas. —Volviéndome hacia el espejo, acomode mi pelo oscuro y ondulado—. ¿Qué tal me queda el pelo? ¿Debería recogerlo? Drew me lo pidió.

—Que le den. No tiene ni idea de moda. Además, no eres un juguete con el que pueda jugar sin más —Nev se levantó de la cama, se acercó y me rodeó la cintura con los brazos, apoyando la barbilla en mi hombro—. ¿Cuándo vas a encontrarme un novio tan guapo como el tuyo? ¿Quizás también sea rico?

Le puse los ojos en blanco. —Tienes veinticinco años. Búscate tu propio novio. —Me encogí de hombros para apartarla y ella retrocedió—. Creía que seguías coladísima por Beck. Ya verás que llegará pronto.

Nev se acercó a una caja y miró dentro con indiferencia. —Quiero decir, es guapo y sigue soltero.

Como si nos hubiera oído, Beck llamó a la puerta. —Cici, creo que Drew está afuera.

Caminé con lentitud hacia la puerta; aún no estaba lista, y al abrirla vi a Beck de pie con un litro de helado en la mano, comiéndoselo directamente del envase.

—¡Qué asco! —exclamé—. Me alegro de no vivir aquí para siempre.

—Sí, termina ese apartamento para que puedas salir y yo pueda volver a andar en calzoncillos —dijo Beck, sonriendo, y luego palideció; sus ojos miraron por encima de mi hombro hacia lo que supuse era Nev, tan guapo como siempre.

Estúpido.

—¿Puedes decirle que espere? —le pedí.

—Mira, es tu cita —dijo, metiéndose un bocado de helado en la boca y enderezándose de repente, con los hombros más erguidos de lo normal—. Intenta no ponerte sentimental esta noche. No quiero que te enamores de él y arruines mis acuerdos comerciales.

—Eres ridículo. Drew es la última persona en el mundo de la que me enamoraría —repuse, apartándolo y cruzando el enorme salón, ignorando la leve atracción que sentía por él.

Cogí mi bolso de la mesita auxiliar para escribirle a Drew cuando oí a Nev coquetear con Beck a mis espaldas.

Cici 18:43: Tío, no puedes quedarte en la calle sentado en tu coche. Si es una cita, ven a la puerta.

Envié el mensaje y dejé caer el teléfono. Volví a mi habitación a buscar mis zapatos y la manta. Nev miraba embelesada a Beck, que comía helado como un glotón.

—¿Cómo puedes comer helado si tienes el desván helado? —pregunté, esperando que mi comentario interrumpiera la extraña química entre ellos.

—Tal vez lo mantengo frío para que la Reina de Hielo esté cómoda —dijo Beck con la boca llena; me dio arcadas. Nev se rió entre dientes al oírlo usar el apodo que me puso Drew. Odiaba ese apodo. Me había comportado con frialdad hacia él porque me hacía bromas pesadas y se burlaba mucho. Mamá decía que los chicos solo se meten con las chicas que les gustan, pero era la peor manera de caerle bien a alguien. Claro, yo tenía diecisiete años entonces y Drew veintinueve.

—Quizás debería enamorarme del señor Pratt, solo para verte retorcerte —murmuré mientras me ponía los zapatos negros de tacón; me sentí más alta, en estatura y en estatus. Beck me miró con el ceño fruncido justo cuando sonó el timbre.

Pensé que sería un mensaje desagradable de Drew diciendo que no era una cita de verdad, pero me llevé una sorpresa cuando se abrió la puerta y allí estaba él, impecablemente elegante. Su esmoquin negro debía ser de Armani, con gemelos plateados y fajín rojo. Me sentí como en el baile de graduación.

—¡Guau! —canturreó Nev, apoyándose en el marco de la puerta con los ojos muy abiertos. Le metí el dedo bajo la mandíbula y le cerré la boca mientras me apretaba entre ella y Beck, intentando no mancharme el vestido con el helado.

—Cici, estás preciosa —dijo Drew, haciendo una reverencia a la altura de los hombros—. Aquí tengo tus joyas.

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