Nunca Digas Lo Prohibido

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01 Divorcio

Savannah

Días antes.

Sentada en mi escritorio, intento concentrarme en la actividad de la universidad, pero mi mente está dispersa atrapada entre pensamientos que no me dejan avanzar.

Entonces, un grito desgarrador corta el silencio, un grito que no es casual ni vacío, sino lleno de rabia y dolor. Enseguida reconozco la voz de mi madre, mi corazón se encoge al instante y mis libros caen al suelo. Dejo la tarea a un lado sin terminar y me levanto de un salto, con la cabeza llena de preguntas. Camino descalza por el pasillo. El eco de mi respiración agitada mezclada con el hedor a papel quemado desde la habitación de mi madre.

Llego a la habitación de mis padres, una estancia que siempre ha sido parecido a un refugio de lujo y orden impecable: paredes cubiertas con cuadros elegantes muebles antiguos de madera oscura cortinas de terciopelo rojo que cuelgan enmarcando las ventanas para mi opinión la habitación más hermosa de la Mansión.

Esta mañana, sin embargo, todo está destrozado, las fotos cuidadosamente enmarcadas de mi padre y de mi madre yacen rotas en el suelo, las fotos de viajes, su boda y mi primer año son ahora fragmentos de una historia quebrada.

Alicent, mi madre está vestida con un camisón de seda el típico que usa para pijama, está despeinada con ojos rojos y brillantes por las lágrimas que resbalan por sus mejillas y con la respiración agitada por una ira que parece consumirla. No entiendo nada.

En sus manos temblorosas sostiene Un cenicero de vidrio que a media altura tiene llamas amarillentas devorando dentro una foto de ella y mi padre en su primer aniversario de bodas, en su otra mano sostiene una foto que arde en fuego lento de ella, mi padre y yo.

—Mamá, ¿qué está pasando? — pregunto, con la voz temerosa, intentando controlar el pánico que me oprime el pecho por lo que estoy viendo.

Ella me mira, su rostro se ha transformado en un mapa de angustia y furia, las lágrimas se deslizan sin parar por sus mejillas y puedo notar que está sufriendo.

—He descubierto que Dante me ha estado engañando, hija —refiere con un hilo de voz, su rabia se refleja en cada palabra—. Sabía que algo no estaba bien, por eso le puse un rastreador en su coche cuando dijo que viajaba por trabajo… Me fijé que estaba viajando más de lo normal, pero descubrí, que no iba a la oficina, Savannah. Iba a ver a otra mujer.

Me quedo sin aliento, siento como todo a mi alrededor comienza a girar, quiero creer que es mentira una confusión absurda

¿Mi padre está engañando a mi madre?

—Puede ser un error, mamá —balbucee—. Quizás no es como lo dices, quizás estás equivocada.

—¡No! —contesta combos firme, acercándose a mí —. Ya hablé con ella. Está embarazada de Dante hija.

El silencio entre nosotras es una losa pesada que me aplasta el alma, no puedo articular palabra alguna, ni siquiera puedo pensar.

Entonces, con manos temblorosas, mi madre saca una hoja del cajón de la mesa de noche, se acerca a mí nuevamente y me la muestra.

—Mira esto —susurra—. Me ha enviado el divorcio esta mañana . Me echa a la calle y a ti también, hija, no nos dejó nada. Ni un centavo. Fue ella, la mujer, su amante, la que lo convenció. Cuando le reclamé, enseguida me dijo que me dejaría.

Mis piernas se aflojan y tengo que apoyarme contra la pared para no caer. El papel es un golpe frío y cruel, un abrupto corte definitivo en la vida que conocía.

—No puede ser — digo, negando con la cabeza—. Mi padre no haría algo así. No puede dejarnos sin nada, mamá.

—Sí puede — me responde mi madre con una amarga sonrisa—. Ahora seremos pobres, Savannah. Se acabaron los lujos, los vestidos de diseñador, los viajes caros… Nos dejó en la calle, sin un centavo, sin nada. Todo se ha terminado.

Su voz se quiebra en un sollozo triste y la veo desplomarse sobre el suelo de mármol, atrapada en un mar de lágrimas y rabia.

—¿Cómo pudo? —pregunto, más para mi misma que para Alicent—. ¿Por qué, mamá?

Entonces empieza a contarme la verdad más amarga de todas.

—Me engañó con Alisson. Con mi propia hermana, tu tía. Se dejó seducir por ella. Alisson está atrapada en la ambición, no está porque lo ama, está por el dinero de Dante. Y al final, logró lo que quería. Fue una trampa desde el principio. Mi propia hermana me quitó a mi marido. Y mi marido se quiso quedar con ella.

Cada palabra que sale de su boca me quema como cincel el pecho ¿Cómo podría ser? Aun me cuesta entender. Esta traición ha encontrado donde más me duele.

Quiero abrazar a mi madre y consolarla, pero también quiero llorar como ella, soltar en un grito toda la furia y la pena que siento. Ahora todo es distinto en esta casa, que antes parecía un palacio seguro, ahora me parece una prisión fría y vacía llena de secretos que no sé si podré superar.

—Voy hablar con mi padre, seguro me va a escuchar.

Mi madre me pasa la mano por la cabeza y libera un suspiro triste.

—Savannah… Mi Dios, Te crié tan mal. Confías en todo el mundo, y a veces eres tan estúpida, niña —fija su mirada sobre mi—. Hay papeles y dicen claramente que no te deja herencia.

—Pero… —mi madre me interrumpe.

—Pero nada, niña. Tu tía se encargó de eso. No voy a mendigar nada al maldito de Dante. Si quiere hacer una vida con mi hermana, que la haga —Alicent aspira por la nariz con paciencia—. Nosotras solas vamos a poder. Yo soy joven, tú también. Las mujeres bonitas tenemos ventajas, pero debes dejar de ser tan estúpida.

—No me faltes el respeto, mamá — le digo con firmeza y severidad.

Alicent se acerca y me mira.

—Esto te va a dar un golpe de realidad, ya no tendrás todo como antes, tendrás que trabajar. Yo no lo haré, qué dirán mis amistades, mi círculo social.

—Mamá, jamás he trabajado, apenas estoy terminando la universidad.

Mi madre sonríe con la amargura.

—Olvídate de la universidad, es muy cara y no tendrás cómo pagarla. Tampoco te verás arrastrada a pedirle a tu padre. Nosotros podemos ¿Bien? —mi madre sonríe—. Te gusta el modelaje, eres hermosa y joven. Hablaré con unos amigos, a ver si te aceptan alguna agencia y así tendrás ingresos y podrás seguir estudiando. También trataré de conseguir buenos partidos para ti, hombres con buena fortuna, tenemos que mantenernos en la altura social de siempre.

Parpadeo rápido.

—¿Me estás diciendo que me vas a conseguir un esposo? Estamos en el siglo veintiuno, por si no te has dado cuenta.

—Un hombre rico, por supuesto.

—Mamá…

—Savannah, yo me encargaré.

—No quiero —digo con voz molesta.

Mi madre rueda los ojos.

—¿Dónde vamos a vivir? —pregunto.

—Por los momentos en algún lugar pequeño, tu padre no va a dudar en traer a Alisson a la mansión, eso es lo que ella quiere —expresó mi madre con desagrado.

—Está bien.

—Ve y haz tus maletas, nos vamos hoy mismo.

Sin decir otra palabra, obedezco y me marcho en dirección a mi habitación con miles de cosas pasando por mi cabeza.

En un día mi vida ya ha dado un giro abrupto.

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