Seduciendo a mi Luna con Miel

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Prólogo.

Markos.

El humo llegaba a mis fosas nasales con fuerza mientras que el sonido de gritos de agonía hacía que mis patas volaran sobre la tierra.

A mis costados, la patrulla que había salido conmigo más temprano trataba de seguirme el paso.

No había tiempo de esperarlos.

Padre y algunos lobos habían partido a la guerra el día anterior.

La información que teníamos era que una manada en el Sur había sido la responsable de los recientes ataques y desapariciones de los miembros de nuestra manada.

Todo era extraño, desde el comportamiento de las manadas aledañas, hasta el cada vez menos frecuente avistamiento de lobos sin manada pasando por nuestro territorio.

Pero me estoy adelantando.

La mente humana siempre me pareció fascinante. ¿El que nosotros tuviéramos una segunda naturaleza? Fue la fuente de muchos de mis estudios. Quería cambiar nuestro mundo de alguna manera, y quizá lo hubiera logrado.

Un par de años atrás, yo había estado haciendo un par de cursos interesantes en el mundo humano hasta que fui llamado por Padre para que resolviéramos la primera de las muchas anomalías con las que nos cruzaríamos en los siguientes años.

Sin embargo, el verano que fui llamado por Padre para cumplir con mi deber como su heredero, me cambió de diferentes formas.

Apareció en nuestro territorio el primer cadáver de una criatura tan fascinante como extraña.

Cabeza de lobo, cuerpo humanoide… pero parecía terriblemente malformado. Huesos torcidos, como si se hubiera quedado a la mitad de su transformación y hubiera muerto con mucho dolor.

Padre inmediatamente implementó un toque de queda e incrementó los patrullajes en los límites exteriores de nuestro territorio. También enviamos mensajes a las manadas más cercanas… sin respuesta.

O, al menos, ninguna respuesta satisfactoria.

“Aquí todo está bien”.

“Seguramente es un engaño, no mandaré a nadie a investigar.”

Todo estuvo relativamente en calma durante esa semana. A la siguiente teníamos tres cadáveres.

Diferentes entre sí, pero no cabía duda de que eran de la misma… especie.

Un año entero de sentirnos impotentes contra lo que sea que haya mutado a esas criaturas y el por qué seguían apareciendo cada vez más cerca de la Casa de la manada.

Fue entonces cuando patrullas completas comenzaron a desaparecer.

Al principio Papá y yo creíamos que teníamos un tema de desertores entre nuestras filas debido a que las conexiones entre ellos y papá se cortaban de pronto.

- ¿Murieron? – Pregunté en su oficina cuando estábamos en medio de una reunión con los Betas.

-No. Fue más bien una desconexión como cuando eligen a un nuevo Alfa a quien seguir. – Dijo Papá estrechando los ojos. – Entiendo que atravesamos algo inaudito, pero… ¿Desertar?

A mí no me sorprendía tanto. Después de todo, ante una crisis de la cual tu líder no puede hacer frente, el primer instinto es huir.

Pero eso era solo mi opinión.

-Creo que tienes que hablar con la manada. – Dije y los Betas estuvieron de acuerdo.

Y eso hizo. Convocó a toda la manada para darles las noticias de los desertores y hablarles sobre las medidas extras que se tomarían debido a la aparición de cadáveres.

La manada, no por nada, estaba inquieta.

Y no contribuyó a su inquietud que comenzaran a desaparecer otros miembros que vivían relativamente cerca de las fronteras durante los siguientes meses.

El pánico llegó cuando cachorros comenzaron a desaparecer sin explicación. Las lobas comenzaron a desertar para ir en busca de sus cachorros.

Algo pasaba y estábamos a oscuras.

Fue entonces que el Alfa Titus visitó nuestras tierras y nos dio una noticia increíble: Alfa Bastian tenía preparado un ejército y estaba listo para hacer una guerra total en contra de todas las manadas. Él era el responsable de las desapariciones para bajar la moral o alguna mierda enferma en todas las manadas.

¿Las pruebas?

Nos mostraron fotografías de la manada de Bastian. Un horrible lugar en el que había una torre llena de celdas y lobos en deplorables condiciones. Cachorros siendo maltratados en una especie de campamento y hembras…

Por fin, después de tanto tiempo teníamos un culpable por fin.

Así que Padre y varios de nuestros mejores guerreros partieron hacia el Sur.

Lo que nos trae de vuelta al por qué estaba corriendo como un poseso hacia la Casa de la manada.

Había dado la orden, en ausencia de Padre, para que todos se resguardaran ahí mientras una patrulla y yo recorríamos nuestras fronteras.

Lo que me alertó de que algo no andaba bien fue la columna de humo en esa dirección.

Lo que me hizo regresar fue el aullido de ayuda de uno de los lobos.

Lo que me hizo correr hasta destrozar los pulmones de mi forma de lobo fueron los aullidos desesperados de los pocos cachorros que aun quedaban en la manada.

Casi tropiezo y caigo de bruces en mi loca carrera.

Cuando por fin llegamos al lugar, tuve que detenerme en seco al ver a las jodidas criaturas que habían estado apareciendo en forma de cadáveres. Ahora se encontraban muy vivos y persiguiendo a mi manada.

Aullé un grito de guerra y enseguida fui hacia el primer fenómeno. Estaba de espaldas, así que no creí que tuviera tiempo de reaccionar.

Primer error.

La cosa giró imposiblemente en una fracción de segundo y me arrojó con fuerza.

Aterricé en el tronco de un árbol y caí sin gracia al suelo.

El aire salió de mis pulmones, la visión se me nubló y por breves instantes solo pude escuchar un pitido fuerte.

Quizá cerré los ojos, no lo sabría.

-Ah, he encontrado al nuevo Alfa. Nos vamos a divertir mucho tú y yo.

Algo perforante se clavó en mi vientre y mi lobo escupió sangre. Mi sentido de la vista se fue desdibujando hasta que a la distancia pude escuchar el aullido de un lobo.

“¡Estamos aquí!”

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