



CapĂtulo 2
(Annora)
Algunos dĂas me siento como un robot. Me levanto, me visto, luego preparo el desayuno para mi hija. DespuĂ©s la llevo a la escuela, conduzco al hospital donde trabajo y paso el resto del dĂa con niños enfermos o heridos. Amo mi trabajo. Es la carrera con la que he soñado desde que tenĂa trece años.
Sin embargo, dĂas como hoy me hacen sentir... atrapada.
El olor a antisĂ©ptico se adhiere a mi uniforme verde mientras salgo del quirĂłfano. Me pidieron que me lavara las manos para una apendicectomĂa de emergencia en una niña de ocho años. La niña y su familia llegaron a la sala de urgencias anoche tarde buscando ayuda por el dolor. La sala de urgencias estaba llena de pacientes, asĂ que la niña estuvo sufriendo dolor durante horas antes de que un mĂ©dico pudiera verla.
Ahora todo lo que quiero es una ducha, cambiarme de ropa y volver a casa para dormir un poco. En lugar de eso, me dirijo a mi oficina para hacer algunas llamadas. A mi madre le decepciona que esté reprogramando por quinta vez consecutiva. Honestamente, me sorprende que no esté acostumbrada a esto ya.
—¿Dra. Winters, está disponible?
Miro por encima del hombro mientras espero el ascensor. Un hombre alto que nunca habĂa visto antes se acerca a mĂ. Por el traje que lleva y el sobre manila que sostiene junto a su maletĂn, solo puedo suponer que es abogado. Algo en este hombre no me da buena espina.
—¿Le ayudo, señor? ÂżEs familiar de algĂşn paciente mĂo? —pregunto. Luego me inclino hacia adelante y presiono el botĂłn para llamar al ascensor.
—¿Hay algún lugar donde podamos hablar en privado?
Sin darle una respuesta, me subo al ascensor tan pronto como se abren las puertas. Me sigue, pero espera a que las puertas se cierren antes de decir algo más. Estar sola con él en el ascensor me hace sentir incómoda, pero sé que ahora no tengo otra opción.
—Mi nombre es Marcus Drumond y represento a Kyle...
Antes de que pueda terminar su frase, levanto la mano para silenciarlo. Saco mi teléfono del bolsillo y pulso el botón para llamar a mi abogado. Antes de que pueda presionar el botón de llamada, me agarra la mano para detenerme. Se me cae el celular.
Abre los ojos de par en par cuando el telĂ©fono golpea el suelo y se rompe. —Oh, Dios mĂo, lo siento mucho. Solo quiero que me escuche. Le comprarĂ© un nuevo.
—Escuche bien, Sr. Drumond, porque solo lo diré una vez. No me importa quién sea, pero le diré qué debe decirle a su cliente. Llame a mi abogado. Hemos terminado.
Cuando las puertas se abren, salgo del ascensor para caminar hacia mi oficina. Marcus me sigue mientras me apresuro hacia mi puerta. Él sigue hablando sobre cómo su cliente le ordenó que hablara conmigo. Lo ignoro hasta que llegamos a mi puerta cerrada.
—Tiene dos opciones, Sr. Drumond. La primera es irse por su cuenta y llevar mi mensaje a su cliente. O puede seguir acosándome en mi lugar de trabajo, lo cual me llevará a llamar a seguridad para que lo saquen del edificio. Su cliente ha sido informado varias veces de que cualquier comunicación adicional entre nosotros debe pasar por nuestros abogados. Por favor, mencione esto cuando hable con él.
Me doy la vuelta para abrir mi puerta y la cierro de golpe en su cara mientras intenta seguirme adentro. Con pasos rápidos, camino hacia mi escritorio para agarrar el teléfono. Llamo a seguridad en la recepción para darles el nombre y la descripción del abogado.
Marshall, nuestro jefe de seguridad, contesta el teléfono. Me asegura que acompañará a Drumond fuera de la propiedad con una advertencia de no regresar a menos que sea una emergencia médica. Le doy las gracias, luego cuelgo para hacer otra llamada. Esta vez a mi abogada, Lorelai Davon.
Cuando su secretario responde, me informa que ella está en una reunión con un nuevo cliente. Le cuento lo que sucedió, y me asegura que ella me llamará cuando esté libre. Cuelgo y me dejo caer en mi silla.
Siendo doctora, se pensarĂa que estarĂa acostumbrada a tratar con abogados. Sin embargo, no he tenido tantas confrontaciones con pacientes descontentos que requieran la intervenciĂłn de abogados. He salvado, cambiado para mejor y ayudado a más niños y sus familias de los que he perdido.
Mi consultorio de pediatrĂa lleva abierto apenas un año. Dos años antes de lo planeado. Normalmente la residencia dura cuatro años, pero me saltĂ© los Ăşltimos dos años cuando me ofrecieron el puesto aquĂ para dirigir el departamento de pediatrĂa. No supe hasta despuĂ©s de aceptar el puesto que mi padre habĂa movido algunos hilos para conseguirme el trabajo.
Parte de mĂ querĂa renunciar, pero me quedĂ© por una niña. Mi segunda paciente, Chloe, llegĂł al hospital con una quemadura severa en la pierna. DespuĂ©s de examinarla, encontrĂ© evidencia de abuso. Muchas fracturas sanadas, que en la mayorĂa de los casos no serĂan alarmantes para una niña de su edad, pero era la naturaleza de las lesiones.
Chloe despertĂł algo en mĂ. Algo que solo otra persona en mi vida ha logrado. Me quedĂ© en Mercy General por ella y por los recuerdos del pasado. En toda honestidad, tambiĂ©n me quedĂ© por mĂ misma. Este siempre ha sido mi sueño.
Ahora ese sueño está ensombrecido por mi exesposo, que es una pesadilla. Nuestro matrimonio fue un error desde el momento en que aceptĂ© su propuesta. Si hubiera sabido de sus tendencias violentas antes de casarnos, habrĂa huido.
SolĂa amar mi vida. Tengo un trabajo increĂble, una hermosa casa y una hija que me enorgullece cada dĂa. Sin embargo, hay algo que falta en mi vida. Mi exesposo era un imbĂ©cil abusivo, y no extraño ser abofeteada, golpeada o pateada cada vez que lo disgustaba.
Nunca me amó. No de la manera que yo necesitaba. Necesito el tipo de amor que tuve una vez pero perdà hace mucho tiempo. El momento fue incorrecto, pero el amor fue real. Extraño esa sensación.
El timbre del teléfono me hace mirar el reloj en la pared frente a mi escritorio. Han pasado treinta minutos desde que me senté. Contesto el teléfono y escucho a Lorelai tecleando algo en su computadora.
—Annora, acabo de hablar con el abogado de Kyle. Se disculpa mucho por la apariciĂłn de Drumond en el hospital. Aparentemente, el hombre ansioso no recibiĂł el memo de que todo debĂa pasar por mĂ primero— La voz de Lorelai es tranquila mientras va directo al grano.
—Nuestro divorcio está finalizado. ¿Qué más puede haber para discutir?
—Kyle está bajo la ilusión de que se queda con la casa. Quiere saber cuándo te mudarás.
—La casa fue un regalo de mis padres. Está solo a mi nombre. TambiĂ©n estaba en el acuerdo prenupcial que si nos divorciábamos, Ă©l no tendrĂa ningĂşn derecho sobre ella.
—No me estás diciendo nada nuevo. Está en los papeles de divorcio, que supongo no leyó. Le conté todo esto a su nuevo abogado. Fue un poco triste ver que despidió a Pensky. Me estaba acostumbrando a ese pequeño imbécil.
Me rĂo de su descripciĂłn precisa de Albert Pensky. Ese hombre siempre me hacĂa sentir como si necesitara una ducha hirviendo despuĂ©s de estar en la misma habitaciĂłn con Ă©l. Además, era inmaduro para un hombre de cincuenta años. Se comporta como un universitario engreĂdo.
Supongo que los semejantes se atraen. Kyle lo contrató, después de todo.
—Entonces, ¿los pusiste en su lugar? ¿Volverán a molestarme en el trabajo?
—Su abogado tuvo que encontrar los documentos para confirmar, lo cual deberĂa haber hecho antes de aceptar el caso. Cuando me llamĂł de vuelta, se disculpĂł nuevamente, luego me dijo que dejĂł a Kyle como cliente.
—Bueno, eso es algo a nuestro favor. ¿Puedes asegurarte de que todo lo relacionado con la casa, mi coche y el fondo fiduciario de Grace estén fuera de su alcance?
—Ya está hecho. No tiene ningún derecho legal sobre nada de eso, ya que todo se estableció antes de que se casaran. Lo dejamos claramente delineado en el acuerdo prenupcial que firmó. No tiene caso para acceder a nada de eso.
—Gracias por llamarme de vuelta, Lori. Y también gracias por ir más allá, como siempre.
—Es mi deber, Annora. Además, eres más que una clienta para mĂ, y lo sabes.
Tiene razĂłn.
El sonido de mi buscapersonas en mi bolsillo me hace terminar la llamada antes de lo planeado. Al ver el número, agarro mi estetoscopio y mi teléfono móvil de repuesto, luego corro al ascensor para volver a la sala de emergencias. Pongo mi tarjeta SIM destrozado en el móvil de repuesto mientras el ascensor desciende.
Llamo a mi madre para preguntarle si puede recoger a Grace de la escuela, luego le digo que pasarĂ© por su casa de camino a la mĂa. Recibo la esperada dosis de culpa por cancelar nuestra cita para almorzar, pero acepta mi solicitud. Mi madre nunca pierde la oportunidad de pasar tiempo con su nieta.
Lo que no esperaba ver al llegar a casa de mis padres era a mi hermano Max saliendo de la casa cuando me detuve. Max vive en Nueva York con su esposa, que está dentro o no lo acompañó en este viaje. ÂżQuĂ© lo ha traĂdo a California?
—Bueno, eres un alivio para mis ojos— digo mientras salgo del coche.
Se ve feliz por un instante al verme. Luego frunce el ceño y mira hacia otro lado. Eso no es una buena señal para Max. Significa que algo lo está molestando. Para que haya volado a California a ver a nuestros padres, lo que sea que lo esté molestando es grave.
—Oye, ¿qué pasa, Max?— Me acerco a él mientras permanece inmóvil, mirando al suelo.
—Leita y yo nos estamos divorciando.
Esa es una declaraciĂłn que nunca esperĂ© escuchar de Ă©l. ConociĂł a Leita en la universidad. Salieron durante toda la universidad, se separaron por un año, luego volvieron. Cuando se casaron, fue el dĂa más feliz de sus vidas. O eso pensĂ©.
—¿Qué pasó? Pensé que todo iba bien entre ustedes dos. Leita sonaba tan feliz cuando hablé con ella la semana pasada. ¿Y el bebé?
—Si ustedes dos van a tener esa conversación, les sugiero que entren para que los vecinos no sepan nuestros asuntos—. La voz de mi madre llama desde la puerta de entrada abierta.
¡Dios no lo quiera, qué pensarán los vecinos de nuestro drama familiar!
Max niega con la cabeza hacia mĂ. —¿Puedo verte en tu casa despuĂ©s de que recojas a Grace?
—SĂ, tambiĂ©n puedes tomar la habitaciĂłn de invitados en lugar de quedarte en un hotel como sĂ© que planeas hacer.
Asiente con la cabeza y luego corre hacia su coche. Escucho un sollozo apagado y algunas palabras elegidas mientras se sube a su coche de alquiler. Mi mente está en un torbellino, tratando de entender qué le pasó a mi fuerte y estoico hermano mayor para estar al borde de las lágrimas.
Sin esperar a que mi madre me llame de vuelta para entrar, voy a la puerta. Puedo escuchar la risa de Grace resonando por el pasillo. Ignorando el ceño fruncido de mi madre, camino de regreso a la cocina, donde puedo escuchar a Grace hablando con mi padre. Su voz me hace recordar todas las veces durante mi infancia en las que se sentaba en la cocina haciendo crucigramas en sus raros dĂas libres.
Cuando me ve, puedo decir que lo que Max tenĂa que decir no era bueno. Sus ojos se ven tristes, pero sonrĂe cuando Grace hace una broma. TendrĂ© que esperar hasta más tarde esta noche para sacar la verdad de mi hermano.
Atrapo la mirada que mi padre envĂa hacia la espalda de mi madre mientras ella prepara tĂ©. El amor que brilla en sus ojos cuando la mira es algo que solo he experimentado una vez. Me hace mirar hacia atrás a mi hija mientras pone sus cartas sobre la mesa y suelta una carcajada.
Grace es la viva imagen de su padre, Quinn Greyson. Cada vez que miro sus ojos, los recuerdo en otro rostro. El rostro de un joven a punto de convertirse en soldado. Ese rostro aún se cuela en mis sueños por la noche.
Aquel verano, hace ya tanto tiempo, sigue persiguiĂ©ndome hasta hoy. Cada vez que miro a mi hija, me pregunto dĂłnde está Ă©l ahora. ÂżEstá a salvo? ÂżEs feliz? ÂżPiensa en mĂ como yo pienso en Ă©l? Con anhelo, no solo por el pasado, sino por lo que podrĂa haber sido si las cosas hubieran sido diferentes.
ÂżQuĂ© le dirĂ© si nos volvemos a encontrar? ÂżCaerĂ© en sus brazos como si no hubiera pasado el tiempo? Doce años es mucho tiempo para extrañar a alguien. Doce años es mucho tiempo para seguir sintiendo ese torrente de amor cuando pienso en Ă©l. Amor que pensĂ© que se desvanecerĂa a medida que envejeciera.
Solo se hizo más fuerte con el tiempo. Lo extraño tanto que duele. Intenté buscarlo usando los contactos de mi padre en el Ejército. Nunca salió nada de mis consultas. Tal vez ahora sea un buen momento para esforzarme más en encontrarlo. Si no por mi bien, por el hijo que creamos juntos.
El hijo que me tomó por sorpresa y cambió mi mundo para mejor. Fue concebida en amor cuando nada más en el mundo importaba más que él y yo. Durante un verano de exploración, romance naciente y el comienzo de un amor tan puro y dulce que nunca he podido olvidarlo.
Ni tampoco podrĂa olvidarlo a Ă©l.
Grace es mi vĂnculo eterno con mi Ăşnico y verdadero amor. El padre que aĂşn no ha conocido porque no sĂ© dĂłnde está ahora. El padre del que la privĂ©. ÂżQuĂ© pensará de mĂ si nos volvemos a encontrar?
Quinn, mi amor, ¿dónde estás?
Por favor, vuelve a mĂ.
Te extraño.
Nunca dejé de amarte.