CAPÍTULO 37

McKenzie

Cuando vi la sangre en su camisa, casi me desmayo; cuando se cayó, me quedé en shock por un segundo y luego entré en pánico.

—¡ZARA, BRYAN!—. Me arrodillé en el suelo y lo sostuve, revisé su pulso, su pulso era débil. Tenía que mantener la calma; entrar en pánico no serviría de nada para ...

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