20- A las escondidas

Isabella

—Es un placer conocerlos, señores —digo suavemente a los amables hombres que me estaban llevando de regreso a la ciudad.

Asintiendo, el hombre continuó conduciendo, y mi mirada se dirigió hacia la ventana. La adrenalina comenzaba a desvanecerse. Mis músculos doloridos, junto con cada rasg...

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