Ochenta y nueve

Cuando Dominic salió de su oficina, los gritos de Clara llenaron el pasillo. Su voz estaba ahogada por la desesperación mientras suplicaba:

—¡Dominic, espera! ¡Por favor, no me abandones! ¡Lo siento!

Sus ojos estaban rojos y las lágrimas corrían por su rostro mientras intentaba alcanzarlo. Pero ju...

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