Capítulo treinta: Mirándote

Sonreí al ángel de ojos azules que derribaba demonios con su cabello rubio ondeando detrás de él en la pared de la iglesia.

—Bueno, Michael, ¿no es esto una mierda?

Aunque no lo creas, me gustan las iglesias. No siempre soy una bruja traviesa; me gusta tener buenas conversaciones con personas inte...

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