Capítulo 38 Salpicado con una cabeza llena de líquido amarillo

Paul vio que nadie le prestaba atención, así que golpeó la puerta con más fuerza.

—¡Steven, Steven! ¡Soy yo, Paul!

—¿Podrías abrir la puerta, por favor? Tengo algo muy importante que decirte.

Steven se burló y alcanzó su pistola, quitando el seguro.

Acercándose a la puerta, preguntó:

—¿Quién es...

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