Capítulo 40

Aldrich estiró los dedos tan discretamente como pudo después de que Solaire los soltara.

—Venga, venga —señaló el asiento vacío en su escritorio—. Siempre estaré a disposición del Marqués. No hay necesidad de formalidades.

Ocupó la silla de cuero en la que había estado sentado antes de que Solaire...

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