



CapĂtulo 2.
CapĂtulo 2.
Punto de vista de Estella.
—Estella Moone —digo a la recepcionista mientras mi corazĂłn late con fuerza en mis oĂdos.
—Puedes sentarte allà y esperar a que te llamen —responde ella y yo asiento lentamente, dirigiéndome a las sillas de cuero oscuro en el centro de la sala. Parece que estoy sentada allà durante horas antes de que finalmente se abra la puerta, y veo un familiar corte de cabello negro entrando por la puerta y escucho la voz alegre de Margret resonando en mi cabeza.
Ha estado haciendo prácticas durante el verano en la oficina del alcalde, es inteligente, alta y bonita, todos la adoran y sus padres son dueños de la mayor parte del pueblo. Siempre he asumido que crecerá para ser como su madre, trabajando en la oficina del alcalde manejando todo el papeleo y las finanzas del ayuntamiento. Siempre me ha parecido muy engreĂda y mimada, pero yo simplemente me mantenĂa al margen. Respiro hondo y asiento, Margret me sonrĂe mientras entro a la oficina, cerrando la puerta detrás de mĂ y me siento.
—¡Feliz cumpleaños, Estella! —comienza su familiar voz chillona.
—Como sabes, la luna de la bestia es una tradiciĂłn muy especial en este pueblo. Nuestros fundadores iniciaron el tratado hace años y hoy lo continuamos por la seguridad del pueblo. Este será tu primer año asistiendo ya que ahora tienes 20 años. Prudence tiene una bolsa para ti con todo lo que necesitarás para esta noche, debes estar en el lĂmite del pueblo a las 9:30 usando lo que hay en la bolsa, un escolta te llevará. —Lo dice casi sin esfuerzo, como si no importara que probablemente morirĂa esta noche.
Lo miro en blanco, en estado de shock, mientras él comienza a parecer confundido.
—¿Tienes alguna pregunta? —pregunta suavemente mientras mi mente da vueltas.
—Señor, si soy elegida por una bestia, ¿qué pasará con mi gata Misfit? —pregunto suavemente.
—Bueno, no estoy seguro, supongo que podrĂa llevarla al refugio del pueblo hasta que alguien más la adopte —dice con el dedo en la barbilla y siento que se me rompe el corazĂłn.
—¿Puede prometerme encontrarle un hogar, asegurarse de que no pase su vida sola o sea sacrificada? —digo mirando mis manos mientras las lágrimas amenazan con salir.
—SĂ, Estella, puedo hacer eso, tu sacrificio será muy apreciado —dice con una sonrisa y yo trato de devolverle una, sin mucho Ă©xito.
—¿Podré volver a verla alguna vez? —tartamudeo con mi siguiente pregunta.
—Bueno —pausa—. Supongo que eso dependerá de la bestia si lo permite —responde mientras siento el corazón en el estómago y me entra el pánico.
Solo asiento antes de levantarme lentamente y dirigirme a la recepciĂłn para recoger mi bolsa. Prudence me entrega una bolsa roja brillante con papel negro brillante saliendo de ella.
—Gracias —digo suavemente con una voz monótona mientras siento que mis emociones comienzan a desvanecerse. Tomo la bolsa de sus manos y empiezo mi camino de regreso a casa.
—¡ESTELLA! —grita Margret chocando contra mà mientras tropiezo y caigo hacia adelante, sosteniéndome con las manos.
—Margret, ÂżquĂ© estás haciendo? —pregunto con desdĂ©n mientras siento sus ojos malvados clavarse en mĂ.
—Solo querĂa desearte la mejor de las suertes esta noche —dice con un tono sarcástico que me enfurece más.
—Por una vez, fuiste elegida para algo, lástima que sea para ser comida por una bestia —se rĂe mientras patea mi bolsa y sigue caminando. SolĂa molestarme y burlarse de mĂ mucho cuando Ă©ramos niñas, pero los Ăşltimos años no han sido tan malos. Supongo que toda la atenciĂłn la ha vuelto celosa.
Margret fue mi primera y Ăşnica amiga que tuve, su madre era voluntaria en el hogar de grupo, asĂ que la veĂa mucho mientras crecĂa. Jugaba conmigo mientras su madre estaba ocupada trabajando, pasábamos horas dibujando y riendo, jugando a hacer creer y fingir con sus ositos de peluche. Fue uno de mis mejores recuerdos de la infancia, luego, en algĂşn momento, Margret decidiĂł que me odiarĂa, asĂ que comencĂ© a mantenerme al margen y evitarla tanto como fuera posible.
Ella comenzĂł a ser cruel conmigo o a burlarse de mĂ, haciĂ©ndome tropezar en la escuela frente a los otros niños o lanzándome comida. Ella era mi Ăşnica amiga y aun asĂ me trataba de esa manera. Recuerdo estar tan triste un dĂa despuĂ©s de la escuela. Margret habĂa puesto chicle en mi cabello y la supervisora tuvo que cortarlo, llorĂ© durante dĂas y estaba muy enojada con ella. Desde ese dĂa, la he evitado tanto como puedo. Nadie necesita una amiga asĂ. Recojo mis cosas y decido tomar el camino largo a casa, disfrutando de cada momento hermoso antes de que sea demasiado tarde.
Llego a casa por la tarde y encuentro a Misfit durmiendo plácidamente en el sofá con sus pequeñas patas en el aire. Me dejo caer en el sofá mientras ella ronronea suavemente y saco el contenido de la bolsa: un pequeño vestido negro que parece demasiado pequeño y una capa larga negra. Me acuesto junto a ella mientras empuja su cuerpo contra mà y empiezo a quedarme dormida sintiendo su pelaje cosquillear mis brazos.
Me despierto cuando empieza a oscurecer y salto. Dios, solo tengo una hora para prepararme, mi estĂłmago gruñe y corro al refrigerador para comer algo. Lleno el tazĂłn de Misfit mientras devoro un poco de pasta que sobrĂł y subo corriendo las escaleras. Me pongo el pequeño vestido negro, que efectivamente no cubre ni mi trasero y es demasiado pequeño. Delineo la parte inferior de mis ojos con lápiz negro y retoco mi rĂmel. Luego me suelto el cabello y lo cepillo, hago dos largas trenzas francesas hacia atrás cuando escucho un golpe. Rápidamente me cubro con la capa negra y abro la puerta.
Agarro a Misfit dándole un gran abrazo mientras lucho por contener las lágrimas y mis ojos arden. Hay un golpe en la puerta mientras bajo las escaleras, la abro y un hombre alto está frente a mĂ.
—Estamos aquà para escoltar a la señorita Moone —dice una voz fuerte mientras lucho por tragar y mi ansiedad aumenta.
—Soy yo —digo con dificultad mientras Misfit salta de mis brazos. Le doy una Ăşltima caricia en la cabeza antes de salir al aire fresco de la noche. Comenzamos a caminar hacia el borde del pueblo con los dos hombres a cada lado de mĂ, agradecida de tener la capa larga para cubrirme. Caminamos tal vez 10 minutos antes de llegar al lĂmite del pueblo, se sintiĂł como una eternidad y todo el tiempo puedo escuchar mi corazĂłn latir en mis oĂdos.
Llegamos a un claro rodeado de antorchas con senderos de piedra, hay mujeres mayores con vestidos blancos hasta el suelo, sosteniendo una venda de seda negra. Respiro hondo mientras me guĂan para ponerme la venda, cierro los ojos y la mujer mayor ata la parte trasera asegurándose de que no pueda ver. Cuando termina, desliza mi capa y me guĂa a mi lugar mientras el pánico se apodera de mĂ. Es hora.
Este pueblo nunca ha hecho nada bueno por mĂ, siempre he pasado desapercibida y ahora me están enviando a morir. La chica que apenas era notada, apuesto a que para la prĂłxima ofrenda nadie siquiera me recordará. Es triste darse cuenta de que no dejarĂ© nada atrás, ni amigos ni familia, solo mi perfecta gatita de la zanja que salvĂ©. Ella será la Ăşnica que me extrañará.
El viento frĂo golpea mi piel y tiemblo recordando lo expuesta que estoy sin la capa. Me concentro en mi respiraciĂłn tratando de calmarme, siento el calor del fuego contra mi espalda mientras el aire frĂo sopla contra mĂ. Siempre me ha encantado el olor del fuego en el bosque, de repente noto que está en silencio. No hay voces, ni pasos, nada, solo el suave crepitar del fuego y el viento entre los árboles. Siento que mi corazĂłn late más rápido mientras escucho atentamente cuando escucho las ramas a mi alrededor romperse. Están aquĂ.
Un aullido fuerte rompe el silencio haciéndome estremecer y escucho a los pájaros abandonar los árboles, mi cuerpo vibra de miedo mientras trago otro nudo en mi garganta. Mi respiración se entrecorta, y otro aullido fuerte atraviesa el bosque mientras mi cuerpo tiembla una vez más. Todo es tan espeluznante, solo estar de pie esperando, puedo escuchar sus pesados pasos golpeando el suelo a mi alrededor, rezo para no ser llevada cuando todo lo que puedo sentir a continuación es un aliento caliente y húmedo en mi rostro.
—Te he estado buscando, compañera.