11
—Boca cerrada, ¿vale? Nos vemos solo en clase, hasta que estés seguro de que tus acosadores se cansaron de buscarte— advertí a mi amigo mientras caminábamos por el pasillo.
Él resopló en desacuerdo.
—No me gusta la idea, pero está bien— cruzó los brazos, pero luego se colgó del mío —¿Puedo ir contigo al estadio?— me miró con ojos de cachorro y yo rodé los míos.
—¿Qué parte de que no podemos estar juntos porque hay psicópatas locos tratando de molestarme hasta desaparecer, no entendiste?— pregunté obvia, apartándolo de mi brazo.
—Amy, no seas mala, quiero ver el entrenamiento— dijo, fingiendo sufrimiento, y me di tres suaves golpecitos en la frente, incapaz de creer que mi mejor amigo pudiera comportarse de maneras tan diferentes en cada instante.
Parecía como si tuviera algún tipo de personalidad múltiple.
Necesitaba un psiquiatra.
—No me vas a dejar en paz hasta que diga que sí— lo miré de reojo y él sacudió la cabeza, decidido a molestarme todo el camino hasta el campo si era necesario —Evan estará allí.
—No voy por Evan, Amy, por el amor de Dios— rodó los ojos —Voy por Matt y los demás que sí juegan.
Le di un codazo.
—Oye, no seas malo.
—Está bien, pero llévame— rodé los ojos y asentí.
—Bien, ¿por qué tengo que decirte algo?— organicé mi ropa y salí con él siguiéndome como un perrito faldero.
—¿Es lo suficientemente interesante como para que me abandones?— preguntó curioso mientras salíamos del edificio de aulas, caminando hacia el estadio justo detrás —Eso no pasa a menudo.
—Estoy empezando a arrepentirme.
—¿Por qué eres tan mala?
Sonreí brevemente y lo abracé, a lo que él comenzó a hacer pucheros tiernamente. No entendía por qué hacía eso, sabiendo que me incomodaría.
Lo amaba tanto que, incluso en nuestras peleas más feroces sobre la situación con Evan y lo que soportaba en mi vida, seguíamos juntos. Nos habíamos vuelto inseparables.
—Solo quieres hombres sudorosos para la vista— cuestioné y llegamos a la entrada del enorme lugar, donde un guardia estaba vigilando.
—No hay nada más interesante que hombres sudorosos corriendo tras una pelota— levantó los hombros y el hombre sentado en una silla nos sonrió.
Ya me conocía y a su otro turno de las muchas veces que había acompañado a Evan a los entrenamientos con sus compañeros.
Entramos al lugar y lo primero que nos llamó la atención fue el campo verde, donde los hombres que conocíamos corrían de un lado a otro.
Lucas no pudo evitar jadear.
Normalmente las prácticas eran privadas y solo si los jugadores invitaban a alguien los dejaban entrar, y como yo ya era parte de ellos, ya que me conocían por ir a todas partes con Evan, excepto a sus juegos, entonces era más fácil acercarse al equipo.
Todos tenían clases diferentes, pero habían sido elegidos para ese equipo por su complexión y lo buenos que eran corriendo tras una pelota.
Matt era muy rápido, aunque su amigo más cercano era uno de los corredores, pero también bloqueaba jugadores muy bien y pasaba gracias a su tamaño corporal.
Habían elegido un buen mariscal de campo.
En realidad, había bastantes jugadores en el equipo, más de quince, pero Evan era seleccionado esporádicamente para jugar con los once que debían estar en el campo. No entendía por qué, y él nunca hablaba de eso, pero estar en el equipo ayudaba a su currículum y planeaba irse de intercambio, así que le daba puntos haber sido parte del equipo de fútbol de su universidad.
Nos dirigimos hacia las gradas, a las primeras filas, donde podíamos ver más, pero claramente Lucas no iba a dejarme perder la oportunidad de estar en un estadio rodeado de hombres grandes y fornidos cuyas camisetas se pegaban por el sudor.
Especialmente la de Matt.
—Vamos más cerca— tiró de mi brazo.
—Lucas— me quejé.
—No digas nada, quiero verlos más de cerca, por favor— continuó con el mismo plan y no pude evitar rodar los ojos.
—Quiero sentarme aquí, allá podrían golpearme con la pelota— dije tratando de no dejarme llevar, pero al final del día, a pesar de su aura femenina, seguía siendo un hombre y tenía mucha más fuerza que yo —Lo dice la voz de la experiencia.
—No voy a dejar que me metas contigo, así que no puedo ver a esos hombres grandes con la excusa de que me invitaste y no parecer un obsesivo— comentó mientras nos acercábamos, pero decidí dejar de resistirme y ceder a sus peticiones.
Mientras estábamos en las escaleras para bajar a donde estaban sentados para descansar y ver el juego, me agarró el brazo con fuerza. Le lancé una mirada sucia porque me dolió.
—Estoy nervioso, lo siento— sonrió con emoción desbordada y yo negué con la cabeza divertida.
—Estoy acostumbrada, aunque tampoco me importó la primera vez.
—Bueno, pero... Para— no terminó de decir, cuando me detuvo bruscamente.
—¿Qué pasa?
—Gwen— dijo, y llevé mi mirada hacia donde él lo hacía, llevándome la inesperada sorpresa de verla allí, pero luego recordé que estaba saliendo con Matt. Era lógico que le pidiera algo así.
—Es la novia de Matt, había olvidado que podía venir ahora— crucé los brazos y Lucas parecía preocupado.
—Entonces, ¿qué hacemos, nos quedamos?
—¿Quieres irte?— lo miré intrigada y él negó con la cabeza —Entonces camina— tiré de su brazo, que tenía atado al mío, y escuchando cómo se quejaba de verla, ya que tenía algo de enojo hacia ella por cómo nos tratábamos mutuamente, nos acercamos a los hombres —Evan— llamé, atrayendo la atención de todos los cercanos y Lucas me apretó de nuevo, sorprendido.
—Hasta que viniste— dijo y de inmediato cambió su expresión al ver a Lucas —¿Te obligó?
—Cállate— dije, pero alguien apareció a su lado.
—Amy, no sabía que tú también venías— dijo Gwen, mirándome algo amenazante, como si acabara de robarle un pase dorado que pensaba que solo ella tenía.
Intenté no rodar los ojos al notar ese tipo de cosas.
—Ella viene desde que me uní al equipo— respondió Evan por mí y sonreí junto a él. La mujer a mi lado no apreció escuchar eso en absoluto, ya que asintió un poco molesta y se alejó hacia el campo.
Matt no estaba cerca. Estaba jugando con cuatro de sus compañeros en el campo con una pelota de fútbol, como si no fuera suficiente que tuvieran que correr tras una pelota y atraparla con las manos.
—¿Pasa algo entre ustedes?— mi amigo preguntó curioso y levanté los hombros.
—Envidia, nada importante— los tres observamos cómo la mujer se acercaba a Matt con intención, tratando de presumir que estaba con el mariscal de campo más deseado de la comunidad.
—No sé qué vio Matt en ella, es horrible— Lucas intervino esta vez, uniéndose a la conversación. Ya no me tenía agarrada, parecía más seguro —Tenía mejores gustos, pero está yendo cuesta abajo.
—Es buen sexo— comentó alguien más que nos escuchaba, y era el receptor del equipo; era un tipo grande, moreno y podría derribar un autobús si quisiera. Sonreí al igual que Evan, mientras Lucas no disimuló que había sido sorprendido por este hombre —Hola Amy, ¿es amigo tuyo?— señaló a Lucas y asentí.
—Sí, se llama Lucas— lo empujé hacia adelante, pero él parecía muy tímido —Lucas, este es Jerry, pero le llaman Big Guy.
—Un placer, Lucas— dijo el receptor y mi amigo intentó responder con un apretón de manos.
—Es un poco tímido al principio, pero cuando se siente seguro, a veces ni siquiera quieres tenerlo enfrente— dije en broma, tratando de calmar los nervios de Lucas, y no era por timidez.
Era demasiado sexual y se ponía en ese estado cuando le gustaba lo que veía; era como un animal buscando comida y sabía que la idea de devorarlo entero pasaba por su cabeza.
No tenía nada que ver con timidez. Lucas era muy sociable y se relacionaba mucho con la gente.
—Bueno, siempre es agradable tener nuevos invitados— sonrió —¿Han oído hablar de la fiesta de aniversario de la universidad?
—Sí, Evan me lo contó.
—¿Vas a participar?— preguntó y miré a Lucas, quien dejó de lado su timidez, para ver mi cara expectante.
Estaba claro que aún no le había informado sobre eso, aunque la fiesta aún no había sido anunciada a todos los estudiantes. Solo muy pocas personas, incluyendo a Gwen, sabían sobre ella.
—¿No pensabas decírmelo?— se quejó.
—Sí, por eso te dejé venir— rodé los ojos y lo llevé a un lado. Evan se fue con Jerry a la cancha para unirse a Matt y al resto del equipo en el juego.
No había visto al entrenador, así que supuse que estaban tratando de calentar a su manera.
Caminamos por el césped, tomados de la mano, y él seguía esperando que dijera algo.
—Ofrecieron su fraternidad para celebrar el aniversario de la universidad y del equipo. Pensé en decírtelo después, porque no sé si quiero ir— dije y él abrió los ojos.
—¿Cómo?— me detuvo y me agarró por los hombros —Amy, es la fiesta de aniversario, ¿sabes lo loca que se va a poner y no quieres participar?
—No sé, mi abuelo está enfermo y me cuesta salir. Tengo miedo de que le pase algo— me encogí de hombros y él me dio un pequeño abrazo.
—Lo sé, pero ¿y si le dejas una cámara para verlo en tu celular?— preguntó y lo miré frunciendo el ceño.
—¿Estás loco? ¿Dónde voy a conseguir algo así?— crucé los brazos.
—Tengo otro celular en casa, solo tenemos que configurarlos, ¿no crees?
Respiré hondo mientras lo miraba. Estaba tratando de convencerme de nuevo, sin importar qué.