Mente sucia, señorita, mente sucia

—¿Qué dijiste? —preguntó Larry.

—Nosotros... ehm, lo sentimos —respondió el tipo.

Larry resopló y se volvió para mirar a Annie, que estaba sentada en silencio.

Tamborileó con los dedos sobre el escritorio.

Se frotó el labio inferior mientras trataba de pensar en otra solución.

¡Oh, sí!

Probable...

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