



Capítulo 12:
Sienna se despidió de la jefa de marketing de Industrias Vose, uno de sus principales patrocinadores. Habían estado reunidas durante la última media hora coordinando los detalles para la sesión de fotos que tenía programada para dentro de una semana.
Cuando salió al pasillo escuchó algunas voces más adelante. Reconoció una como la del director de Vose, Constantino Coppola, y avanzó con la intención de saludarlo. Su sonrisa vaciló al ver quién lo acompañaba.
—No hay peor suerte que la mía —susurró, y se las arregló para recomponerse.
Nunca antes había evitado una situación, por muy incómoda que fuera, y esa no iba a ser la primera vez. Aunque se imaginó a sí misma huyendo tan rápido como sus pies se lo permitieran.
—¡Oh! ¡Allí está mi piloto favorita! —Constantino alzó los brazos y le sonrió.
Constantino era un hombre robusto, con una barriga algo prominente y una sonrisa amable. Tenía la apariencia de un adorable anciano y era igual de cálido que uno, a menos que estuviera tratando asuntos de negocios. Entonces se transformaba en un tiburón.
—Señor —saludó abrazándolo—. Se ve mejor que la última vez. ¿Se hizo un nuevo corte?
Constantino soltó una carcajada profunda.
—Siempre tan encantadora. ¿Cómo está la familia?
—Ya sabe, aún vivos y torturando la existencia de todo aquel que baje la guardia.
—Suena a alguien que conozco —dijo Constantino sin dejar de sonreír y ella le guiñó un ojo—. Déjame presentarte al señor Kassio Volkov y a su jefe comercial, Maxim. Señores, ella es Sienna Morelli, nuestra corredora.
Sienna miró a los hombres.
—Señorita Sienna. —Él le extendió la mano y ella no dudo en tomarla.
—Señor Volkov, es un gusto verlo otra vez. —Se aseguró de sonar lo más profesional posible al hablar.
—¿Así que ya se conocen? —Constantino miró a Kassio y luego de nuevo a ella.
—Nos vimos en un par de ocasiones —explicó, sin entrar en detalles.
—Es un gusto conocerla —dijo Maxim dando un paso adelante y tendiéndole también la mano. Sonreía, pero detectó un rastro de curiosidad en sus ojos—. No sabía que el señor Constantino tenía una corredora, menos una tan hermosa.
Correspondió el halago con una sonrisa cortés mientras estrechaba su mano.
—Bueno, caballeros, no les quito más tiempo. Estaba por irme.
—De hecho, nosotros íbamos a almorzar —dijo Constantino—. ¿Deberías unirte a nosotros?
Sienna habría querido declinar la invitación, pero no parecía la mejor idea, especialmente cuando provenía de uno de sus mayores patrocinadores.
—Por supuesto, estaría encantada.
Sienna había llegado en taxi, así que viajó al restaurante en el coche de Constantino. Durante el viaje él le contó algunas anécdotas sobre sus hijos. Constantino llevaba treinta años casado y tenía dos hijos, ya adultos, así que tenía un repertorio de historias divertidas y conmovedoras. Cuando Kassio y Maxim se unieron a ellos en el restaurante, Sienna estaba riendo mientras se limpiaba las lágrimas de los ojos.
—Ya sé porque su hijo siempre me ha agradado —comentó, calmándose.
Un hombre se acercó a ellos para tomar sus pedidos y después de anotarlos en su libreta se alejó.
—Entonces, Sienna, ¿cuánto tiempo llevas en el mundo de las carreras? —preguntó Maxim.
—Alrededor de cinco años.
—Debe ser divertido ganarse la vida conduciendo autos.
Sienna no detectó ningún indicio de menosprecio en su voz, pero, aun así, el comentario no le agradó.
—Ni que lo digas, aunque también requiere demasiado preparación física y mental. No es algo que todos podrían hacer —Sienna se giró hacia Kassio con una sonrisa en el rostro.
—Deberías ir a ver los entrenamientos —intervino Constantino—. Tal vez Sienna podría darte un recorrido en la pista. La invitación también es para ti, por supuesto —continuó él, mirando a Kassio.
—Estaría encantado de aceptar —dijo Maxim—. Siempre he sido un fanático de la velocidad. ¿Por qué no me das tu número para que podamos coordinar el día y la hora?
Sienna asintió y le dio su número. Al terminar, miró a Kassio, quien tenía sus ojos fijos en ella, lo que la hizo sentir nerviosa. Sin embargo, no debió la mirada, en su lugar le dio una enorme sonrisa.
—¿Y usted señor Volkov? ¿No está interesado?
—Lo pensaré —respondió Kassio. Antes de ese día, él no sabía que Sienna se dedicaba a correr profesionalmente, pero si Constantino la había halagado, era porque en realidad era buena. Le habría gustado aceptar su oferta, pero eso iría en contra de su determinación de mantenerse alejado de ella. Además, la sonrisa siniestra que ella tenía en ese momento no presagiaba nada bueno. Solo Dios, podía saber lo que estaba pasando por su cabecita.
El resto de la conversación giró en torno a carreras y los mejores corredores que había tenido el país en las últimas décadas. Kassio se mantuvo en un segundo plano, la mayoría del tiempo solo observando.
Sienna mencionó a algunos de sus favoritos y explicó porque los admiraba. Sus ojos brillaban y su voz se elevaba un poco cuando hablaba de algo que la apasionaba y torcía el labio al mencionar algo que le desagradaba. No tenía miedo a debatir con Constantino cuando no estaba de acuerdo con él y se tomó el tiempo de explicarle algunas cosas sobre mecánica a su hermano.
Más de una vez, se tuvo que recordar que debía mantener la compostura cada vez que veía a Maxim mirar a Sienna con ojos de cachorro enamorado.
—Gracias por la invitación —dijo Sienna.
—Si hay alguien que debe agradecer, somos nosotros —replicó Constantino—. Fue un almuerzo bastante entretenido.
—La pasé muy bien. Te llamaré pronto. —Maxim le dio una sonrisa coqueta a Sienna y eso lo molestó.
—Está bien. Hasta pronto. —Sienna se subió a su taxi.
Kassio y su hermano se despidieron de Constantino antes de ir a su auto.
—Es hermosa —comentó Maxim en cuanto Kassio encendió el motor.
Estaba de acuerdo con su hermano, pero odiaba la idea de que él se le acercara. Quería advertirle que se mantuviera lejos de ella, pero su hermano iría por ella si creía que le importaba.
—¿Y de dónde la conoces?
—Es la cuñada de mi ex prometida —respondió, esperando que él se olvidara del tema.
Su hermano soltó una carcajada.
—Vaya coincidencia. ¿Te molestaría si la invito a salir? Creo haber notado algo entre ustedes, pero quizás lo malinterpreté.
Su sangre ardió en furia al imaginarse a Maxim y Sienna juntos.
—No me importa —mintió. Esperaba que eso fuera suficiente para que él perdiera interés en Sienna.
—¿Estás seguro?
—La próxima vez deberías usar tu auto. Prefiero el silencio cuando viajo.
Su hermano soltó una carcajada.
—Bueno, si estás bien con ello, la invitaré a salir.
Su hermano no dijo nada más, lo cual fue un alivio porque estaba seguro de que lo habría aventado del coche en pleno movimiento si continuaba provocándolo. En realidad, aun era una opción.
Sus pensamientos se desviaron hacia Sienna. Durante los últimos tres días, había intentado sacársela de la cabeza sin ningún éxito. Y, como si no fuera suficiente, había tenido que volver a verla, lista para atormentarlo con sus sonrisas y su boca inteligente.
Tenía que hablar con Sienna para advertirle sobre su hermano. No quería que Maxim se aprovechara de ella. Kassio siempre era honesto con las mujeres con las que se acostaba, pero su hermano no. A Maxim le gustaba ilusionar a las mujeres para luego abandonarlas en cualquier momento.