UN ERROR LO COMETE CUALQUIERA II

Pero ¡Federick no era una opción!

Así que, sin pensarlo más, traté de acomodar mi ropa y tragué saliva, aunque mi entrepierna me estaba jugando una mala pasada. Mis pezones estaban erguidos y mi intimidad estaba húmeda, algo que no podía manejar.

Pasaron unos minutos en silencio, y entonces Federi...

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