NO TE PUEDES NEGAR A LO QUE SIENTES II

Sus gemidos eran tan fuertes que tuve que taparle la boca para evitar que se escucharan fuera de la oficina. Mi miembro estaba a punto de explotar; deseaba sacarlo de mi pantalón y hundirlo en ella de inmediato.

—¡Penétrame, Federick! —me ordenó, sin pedirlo siquiera.

—Te deseo, Charlotte —le resp...

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