Chaleco antibalas

Me pagó el taxi el señor de la lavandería de la otra calle. Me fui sin nada. Quedó todo ahí adentro: mis cosas, mi abrigo, mi cartera. Don Armando, un viejito divino que solía traerme los budines que hacía la señora.

Se preocupó, me preguntó muchas veces si estaba bien.

—Me peleé con mi novio. Per...

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