Herencia de mujeres solas

Seis meses después de llegar pude dejar de llorar. Pero de llorar por cualquier cosa: una mañana se me desprendió la correa de la sandalia y eso me tuvo hasta el mediodía a moco tendido. Doña Carmen me miraba pero no decía nada, tampoco preguntaba.

Conoció a mi abuela, no lo podía creer. Jugaron ju...

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