Tres días

La tenía contra la pared de la glorieta medio destruida. Unos tablones podridos que pusieron para que no se cayera todo abajo. La tocaba toda, la besaba toda, y ella no solo se dejaba: me devolvía boca y manos.

Me había pasado tres días dándomela de comprensivo, dándole espacio y tiempo por el páni...

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