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CAPÍTULO 1
Me miro al espejo de cuerpo completo, llevo puesta una falda blanca ceñida al cuerpo junto con una camiseta de tirantes que le robé a mi hermano. Mi maquillaje está perfecto, he puesto mucho rubor y brillo labial rojo quemado que me hacer ver irresistible o eso creo. Acomodo mi cabello con mis dedos y oficialmente estoy lista para lo que me espera el día de hoy.
Hoy inicia mi vida como la futura alfa de esta manada y no puedo dejar de pensar en lo horrible que es esto. Debo de visitar por lo menos cinco manadas esta semana y ganarme su confianza. Recojo mis maletas y mi bolso, hoy inicio este viaje. Aunque es cansado, estoy emocionada por conducir y pasar unos días a solas. Comúnmente el trabajo de alfa es para hombres, pero mi papá no cree que sea necesario saltarme en su línea de descendencia solo para que mi hermano sea alfa cuando existo yo. Sé que por elegirme se ha metido en problemas, pero él me ama y desde que supo que su primer descendiente era mujer, se esmeró demasiado en darme lecciones para algún día volverme la alfa de su manada. Así que hoy inicia toda esta aventura.
—Chelsea, Matt te acompañará.— Avisa mi madre interrumpiendo en mi habitación.
—No, mamá, iré sola.— Contradigo.
—Chelsea, sé que eres bastante necia, pero me quedaría más tranquila si te acompañara tu hermano.— Insiste.
—Puedo cuidarme sola, mamá.— Le aseguro.
—Por Dios, Chelsea Marni, me vas a envejecer—se queja mi madre, toma mi maleta del suelo y sale de mi habitación. La sigo y ambas caminamos hacia la sala de estar de la casa.
—¿A qué manada irás primero? —pregunta mi mamá.
—Mmmh... Luna Roja. ¿Por qué?— Es una de las manadas más famosas de todo el territorio. Es poderosa, es fuerte y sobre todo, tener lazos con ellos es como ser sus protegidos. Nadie querrá molestarte si estás con ellos.
—Es solo para saber dónde irás —contesta.
—De todas maneras, llevo mi celular —lo saco de mi bolso y se lo muestro.— Estaré bien mamá.
—Hija— me saluda mi padre en cuanto me
ve. Le doy un abrazo que dura por lo menos unos cinco minutos.— Estoy orgulloso de saber que nuestra manada estará en tus manos. Sé que muchos aquí no aprueban que seas tú la próxima alfa, pero yo estoy seguro de que harás un gran trabajo.
—Gracias, papá.— Susurro. Nuestro abrazo se rompe en cuanto Matt aparece. El chico de cabello rubio y ojos verdes nos abraza también quitándole todo el sentimentalismo.
—Viva la familia.— Bromea Matt.
—Basta, señor.— Lo reprende mi padre, lo toma de cuello y le hace una llave para inmovilizarlo.
—Dejen de jugar así.— Se queja mi mamá. —Definitivamente ustedes dos me van a matar un día de estos.
—Mujer, deja de exagerar.— Contesta mi padre.— Acompaña a tu hermana Matt, las visitas son seguras, pero me quedaría más tranquilo si vas con ella.
—¿También tu papá? ¿Por qué insisten en ponerme un guardaespaldas?— pongo los ojos en blanco y cruzo los brazos en total inconformidad.
—Si te sigues quejando no solo irá Matt contigo, sino que también Angélica.
—¡Sí! —grita Angélica emocionada. —Tendrás que soportarnos durante todo tu viaje.— Sentencia.
—¿Esto es real?— me quejo.
Media hora después, mis hermanos salen de sus habitaciones con dos pequeñas maletas. Esto no es solo una tortura, sino que tendré que cuidar a mis hermanos durante estos viajes de presentación.
—Vamos, qué esperan.— Me quejo cansada. —Saben perfectamente que no me gusta esperar.
—No es nuestra culpa, no nos avisaron que seríamos tus chaperones.— Comenta Matt enojado.— Yo también tenía planes.
—¿Cuáles? ¿Ir a besarte con Danna?— Se burla Angelica. Mi hermano es un niño todavía, tiene 17 años, pero desde que tiene 12 ha estado enamorado de Danna. Una chica muy linda que jamás se ha dado cuenta de lo loco que está mi hermano por ella.
—Que graciosa— comenta Matt enfadado.
—Basta chicos.— Interrumpe mi padre. Me toma de los hombros y me mira con orgullo.— Ahora estás a cargo, señorita —dice dándome un abrazo—. Cuídalos.
— Si, papá.— Respondo de mal humor. Estas despedidas son totalmente innecesarias, voy a regresar a casa en una semana.
—Ya estamos —intervienen Matt y Angie.
—Pues ya vámonos. Nos iremos en mi automóvil —dice Matt. El viaje aún no empieza y yo ya quiero arrancarle la cabeza a mi hermano mandón.
—No, nos iremos en el mío, porque está súper cargado de gasolina —digo con los brazos cruzados y en espera de que se atreva a contradecirme.
—Pero somos lobos —musita Angie.— No creo que se los deba de recordar.
—Lo sé, pero traemos maletas —le digo con mala cara.
Dos horas después, conduzco por la carretera que nos llevará a la primera manada a la que vamos a visitar, la manada Luna Roja. Es una manada bastante grande, tiene bastantes miembros y es muy reconocida. De esa manada sé que hace unos años cambiaron de alfa y que dicen que es un huraño mal encarado.
—Súbele el volumen — grita Matt en cuanto se reproduce una de sus canciones favoritas.
—Dejemos el mando del estéreo para mi, hermano.— Ya tengo suficiente con escuchar su aburrida música electrónica.
—Vamos, Chelsea, no seas una gruñona.— Pongo los ojos en blanco. No pienso caer en sus provocaciones, aquí mando yo.
Ese pensamiento es extraño, cuando formalmente tomé el cargo de alfa… mis hermanos dejarán de serlo y pasarán a ser miembros de mi manada. Ellos tendrán que respetarme, rendirme culto y obedecerme… carajo, no había pensando en lo raro que va a ser eso.
—Ya llegamos al territorio de la manada Luna Roja —dice Matt.
—Sí —afirmo en cuanto veo la marca que hay en un árbol.
—Aquí nos quedaremos a dormir? —pregunta Angie.
—Si nos dan hospedaje, sí —le contesto. Todo este juego de ir de manada en manada es la cosa más extraña he escuchado. Son las reglas entre nosotros los lobos… debemos de ser sobretodo civilizados y amistosos con todos. Es mejor no tener tantos conflictos.
—Miren esa mansión, es más grande que la nuestra —dice Angie asombrada por lo que vemos a lo lejos. La casa es gigante, tiene la fachada pintada de un gris sofisticado que habla directamente de la personalidad de la familia que lidera esta manada.
Poco a poco nos vamos acercando hasta llegar un pequeño retén. Dos hombres entablan una conversación con Matt y yo simplemente me quedo callada. Que mi pequeño hermano se encargué y que la alfa, o sea yo… descanse.
Nos dejan pasar y estacionamos el auto. Todos bajamos sintiéndonos pequeños ante semejante casa y ante semejantes vibras que el lugar nos da. Está manada sí que es fuerte. Caminamos hacia la entrada y sin temor llamamos a la puerta.
Cuando la puerta se abre, se vislumbra una figura femenina. Una chica pelinegra delgada y de piel blanca, sus ojos nos miran y nos escuadriñan con calma y recelo.
—Hola —saluda con cautela.— ¿Supongo que son los de la manada vecina, no?— Yo asiento y al fin deja de estar tensa.— Soy Jane, hermana del Alfa.
—Hola, soy Chelsea Marni, futura Alfa de Luna Negra, y ellos son mis hermanos Angie y Matt... está cerca del auto.— Digo. Matt tiene el ceño fruncido.
—¿Matt?— cuestionó por su poca amabilidad con la chica que nos recibe. Él niega desde lo lejos. Miro a la chica y esta tiene la misma expresión que mi hermano. —¿Todo está bien o me estoy perdiendo de algo?— preguntó incómoda por la escena tan rara que estoy viviendo.
—Deberían de pasar…— dice incómoda, pero confundida. Nos abre paso para que podamos pasar por la inmensa puerta de madera. Angie y yo entramos, mientras que Matt se queda en la puerta con la chica.
—¿No vienes?— le pregunto.
—Puedes hacerlo sola— me anima.— Creo que Jane y yo nos conocemos de algo.— Sin entender nada aceptó la explicación.
—Hola— saluda una señora de mediana edad.— ¿Les gustaría tomar algo?
—Yo sí, me gustaría un refresco… hace demasiado calor.— Responde Angélica. La señora se lleva a mi hermana y yo me quedo en medio del salón como una tonta.
Pero entonces un delicioso olor a fresas llega a mis fosas nasales. Siento mi piel estremecerse y mi cuerpo sentirse extraño… es como si sintiera la presencia de algo extraño o raro, pero no logro descifrar lo que es.
—¿Quién ha venido a casa?— grita desde la segunda planta.— ¡¿A caso no recuerdan que deben de notificarme de todo movimiento dentro d e mi pu* ta manada?!— se queja. La voz viene de un hombre joven, pero eso sí, bastante malhumorado.
Baja las escaleras enfadado, pero poco a poco sus pasos van cesando. Cuando llega al inicio de la escalera voltea hacia donde yo estoy y me mira de arriba a bajo. Sus ojos penetrantes me hacen sentir débil y expuesta… Miro su rostro, definitivamente es alguien joven, puede que tenga por mucho cinco años más que yo. Su cabello café tiene destellos dorados que brillan contra la luz y su cuerpo… vaya que el hombre gritón es guapo y apuesto.
—Hola —digo nerviosa—. ¿Y tú eres?— Mentalmente me reprocho por preguntar eso, dudo que el tono que utiliza para andar por ahí gritando y regañando sea de una persona cualquiera.
—El Alfa de la manada Luna Roja, me llamo George Jamz —responde serio, casi irritado.— ¿Y tú eres?— Inquiere de manera retadora.
—Chelsea Marni, futura Alfa de la manada Luna Negra —digo acercándome a él para ofrecerle la mano. Él también se acerca a mí y estrecha mi mano.
Su tacto me deja helada, pero a la vez extasiada. Su piel contra la mía es… como si fuese un rompecabezas que está destinado a juntarse para armar una bella pieza. Miro nuestras manos sujetadas, esto es… ¿extraño?
—¿Qué carajo?— pregunta confundido. Su agresividad me asusta, así que retiro mi mano de la suya inmediatamente.
—¿Eres mi mate? —pregunto temerosa de la respuesta y de que todo esto que siento sea una estupidez mía y no sea la realidad.