



Capítulo 2: Nuevo hogar
Bianca.
Me desperté con un dolor de cabeza horrible y recordé que no pude dormir bien en toda la noche porque Luca no dijo ni una sola palabra cuando llegamos.
Estaba dispuesta a ir al comedor o buscar a alguna sirvienta para pedirle una pastilla, pero cuando mi mano se posó en la perilla de la puerta, noté que estaba cerrada.
—¿Qué pasa? —susurré para mí.
Por más que lo intenté, la puerta nunca abrió.
¿Me habían encerrado? ¿De verdad?
Aproveché para cambiarme de ropa y no volverme loca por no poder salir de esas cuatro paredes.
Estaba en ropa interior cuando la puerta se abrió de golpe.
Me sobresalté.
—Bianca tenemos que... —Era Luca.
Se quedó en silencio y abrió los ojos al verme. Mis brazos y piernas temblaron de los nervios porque era la primera vez que un hombre me veía así tan descubierta.
Tragué saliva.
—T-toca la puerta —defendí, rezando para que no me matara.
Carraspeó.
—Vístete, por favor. Hay que desayunar —informó, cruzado de brazos y sin darle importancia.
¡No apartaba la vista de mi cuerpo!
—¿Puedo preguntarle algo? —inquirí, con la voz atropellada.
—Adelante.
—¿Por qué me encerró?
Hundí las cejas.
Él me dedicó una sonrisa maliciosa que me hizo inhalar profundo.
—Porque no quiero que huyas.
—No pienso huir. ¿Por qué lo haría? —Fruncí el ceño—. He sido entrenada para esto, literalmente.
Luca se acercó a pasos lentos, y yo seguía semi desnuda, por lo que me asusté y di un paso hacia atrás.
Su mano tomó mi barbilla con delicadeza y me obligó a alzar el mentón. Sus ojos azules me hipnotizaron tanto, que creí que mis piernas fallarían.
—¿Q-qué haces? —pregunté, titubeando.
¿Por qué empezaba a sentirme nerviosa? Si las sirvientas me prepararon mentalmente para entregarme en cuerpo y alma al hombre que se convertiría en mi esposo.
Seguir sus órdenes con sumisión y sin importarme mi propio placer era mi prioridad... Pero Luca despertaba algo nuevo en mí. Algo que preferiría ocultar para no perder el control de mí misma.
—Te estoy tocando, Bianca. ¿No estás preparada para esto? —susurró muy cerca de mi boca.
Su respiración chocó con mi nariz y eso me alteró tanto los latidos, que terminé empujándolo con mis manos sin querer.
Ni siquiera supe por qué lo hice, sólo me avergoncé... Mi corazón se volvió loco, pensé que se saldría de mi pecho.
Luca metió ambas manos en sus bolsillos.
—No te obligaré.
—Y-yo... Lo siento. No debí haber hecho eso —Me disculpé. Eso no estaba en mi entrenamiento—. Tengo que cumplir sus órdenes, así que...
Me arrodillé como una tonta, pero eso a Luca pareció molestarle, porque frunció el ceño.
—¡No vuelvas a hacer eso jamás! —Agarró mi brazo y me levantó.
No me dolió, porque fue delicado en su agarre. Caminó conmigo hasta sentarme en la cama, y yo no entendí su reacción.
—¿Cómo? ¿Por qué?
—Bianca, pareces un puto robot sexual —Negó con la cabeza—. Si vamos a casarnos, tienes que ser tú misma para poder entendernos. Todavía hay mucho que desconoces de mí, ¿y entregas tu cuerpo sin realmente desearlo? ¿Por qué lo haces? ¿Es que no sabes decidir por tu cuenta?
Abrí los ojos.
"Decidir por mi cuenta".
—Te recuerdo que me han obligado a esto... —mascullé, con las emociones mezcladas—. ¡Y obvio que no sé decidir! Si no cumplía las órdenes de papá, ¿qué crees que me hacía?
Apreté los labios, recordando el pasado que me moldeó.
—¿Te pegaba?
—Me arrancaba las uñas —dije, entre dientes y con un dolor infernal en mi corazón.
Luca parpadeó, seguro no se lo vio venir. Lo que más me sorprendió, fue su inesperado y cálido abrazo.
Se sentó junto a mí en la cama solo para acurrucarme entre sus brazos, y sin darme cuenta, las lágrimas estaban saliendo de mis ojos.
—¿P-por qué estoy llorando? —me pregunté en voz alta.
Hace años que no lo hacía. Me obligué a mí misma a ocultar todo tipo de sentimientos con tal de satisfacer a mis superiores.
Desde que perdí a mamá, mi vida cambió para mal...
—Mis castigos no serán una tortura, Bianca —expresó, acariciando mi cabeza—. Así que ya puedes actuar como una humana, por favor. Odio que seas tan robótica.
Me separé un poco para verlo.
—No me conoces de nada. Se supone que somos enemigos. ¿Por qué te comportas así de amable conmigo? —cuestioné.
Luca estaba rompiendo mis expectativas hacia su persona.
—Ahora no tienes nada que ver con tu padre. Te has vuelto parte de mi familia, y gracias a nuestro matrimonio, podré acceder a una fortuna que me ayudará a expandir mi territorio —explicó, con neutralidad.
—¿Entonces necesitabas una esposa?
Asintió.
—Y quitarme a los Morelly de encima... Eran un fastidio —confesó, rodando los ojos.
—¿Me seguirás teniendo encerrada? —pregunté.
—Sí.
—A ver, ¿no puedo explorar el lugar o algo así?
—Me alegra que intentes romper ese chip de sumisión que te han puesto, pero no puedo permitir que salgas —proclamó, levantándose para alejarse de mí—. Al menos por ahora.
—Vale, haré que confíes en mí.
—No confío en nadie, Bianca, y tú tampoco deberías. Hay muchísimos enemigos dentro y fuera de la organización... —aseveró, dándome la espalda—. Prefiero no arriesgarme contigo, porque si te pierdo, mis planes serán arruinados.
—¿Planes?
—Es un secreto, Bianca. Qué bueno que estás de preguntona —se burló.
Me puse algo de ropa porque empezaba a darme frío por el aire acondicionado.
—Vale, ¿cuándo nos casaremos? Es mi última pregunta.
—En unos días. No será una boda porque obviamente no somos religiosos —comentó, dándose la vuelta—. Será por el civil. Un matrimonio que unirá nuestras vidas para siempre.
—Gracias...
De nuevo mis mejillas estaban ardiendo por su culpa.
—¿Ahora por qué me agradeces?
—Por ser lindo conmigo. No esperaba que un peligroso líder mafioso se preocupara por mí —sonreí.
Vaya...
Sonreír no era parte de mis planes. Mis labios se expandieron solos.
—No te confundas. Como te dije, en esta relación no habrá amor, sólo lealtad —aclaró de nuevo.
—Me parece perfecto entonces —respondí.
—Bien. Vayamos a desayunar.
De alguna forma, ya no me aterraba el futuro.