



Capítulo 7.- Sitio ganado.
Valentina
En el caso de Valentina era una exención, ella se ganó el sitio por los resultados de la prueba de ingreso, para la universidad era un honor tener a una estudiante que por primera vez acertaba a todas las preguntas, además de corregir algunos errores que la prueba mostraba, dejando a los decanos sorprendidos por la audacia que tuvo para realizarlos.
Por si fuera poco, no solo detecto los errores, se tomó el tiempo de sugerir modificaciones en parte del esquema planteado y colocar sus argumentos del porqué de la solicitud. Sin conocerla ya había ganado la admiración de algunos y el malestar de otros, por llegar a cuestionar su trabajo, sin siquiera tener un título universitario.
Este hecho llegó a oídos de los inversionistas y dueños de la universidad, quienes estuvieron dispuestos a conocerla y brindarle la comodidad que necesitara. Con estudiantes como ella, el prestigio incrementaría un veinte por ciento más y la matrícula escolar aumentaría, lo que sin duda ellos terminarían ganando más en esta historia.
Algo que Valentina y Aracely tenían en común era su amor por la comida, unas cuantas vueltas bastaron para que dejaran todo tirado y prefirieran bajar a tomar un pequeño refrigerio. Afortunadamente, el lugar que fue asignado a Vale, contaba con un área de cocina, si se cansaba de comer en la cafetería, ella misma podría cocinar sus sagrados alimentos.
Para mala fortuna de ambas, en ese momento no contaban con nada por el estilo, era mejor bajar para saciar su hambre antes de que el hambre las matara a ellas.
— ¡Estoy mortal! ¡No puedo más! —dijo Aracely mientras se desplomaba sobre el sofá de la sala esperando que alguien le diera un pequeño masaje para relajarse.
— ¡Uff! Yo también —respondió tallándose un poco los pies cansados de tanto ir y venir al coche. Sin la ayuda de su nueva amiga, no hubiera terminado tan rápido.
— ¿No tienes hambre? —pregunto Aracely, mientras le alzaba los ojitos como niña bien portada.
— ¿Qué si tengo? Mujer, soy capaz de comerme una vaca entera en este momento si me la ponen enfrente —respondió Valentina, riendo por su locura tan natural.
Con su nueva amiga la comunicación era tan fácil, que le permitía ser ella misma y no ocultarse como le pasaba con el resto de las personas quienes la juzgaban de loca.
—Qué cosas dices, ja ja ja, ya sabía que por algo me caíste tan bien. Amo la comida, es mi momento favorito del día, sobre todo cuando no se tiene remordimiento al disfrutarla; odio a las personas que miran la comida como si fuera una purga antes de consumirla.
— ¿Purga? ¿De qué hablas? Nunca he visto que las personas miren la comida de esa forma.
— ¿Qué? ¿En qué mundo vives niña? Eso es algo que verás muy seguido cuando vayas a la cafetería. Las chicas aquí cuidan hasta el último gramo de lo que comen, según para cuidar su estilizada figura, pero lo que deben de cuidar es su moral, esa sí que la tienen perdida.
—Creo saber por dónde va el tema, pero es algo que nunca me ha preocupado, amo mi anatomía y por nada del mundo dejaría de comer. Soy adicta a los chocolates y la comida picante, en realidad puedo comer de todo sin que me haga daño.
— ¿Picante? ¡Estás loca! Eso es cosa del demonio —grito Aracely mientras cruzaba las manos en señal de hacer una cruz.
—Aprendí a comerlo en una de mis excursiones en México, el sabor que le da a las cosas es delicioso, te aseguro que te encantara. Prometo prepararte unos macarrones con mucho queso y chile que te dejaran queriendo siempre más.
—¡Tú quieres matarme!, pero está bien, para que veas que no soy mala, me voy a sacrificar con tu comida. Está es una pequeña muestra de mi amistad por ti, así que valórame mucho.
—Te lo prometo, solo deja que todo esto se acomode solo —dijo Valentina mientras tomaba su bolsa para salir a comprar algo de comida y calmar sus pequeñas tripas que empezaban hacer de las suyas.
La universidad estaba apenas por iniciar clases, el mejor lugar para comer estaba a una cuadra, era mejor darse prisa antes de que el tiempo de descanso de Aracely se terminara y quedara con el estómago vacío, lo que significaba una tormenta para las personas que se acercaran a ella; si algo no toleraba era estar sin comer cuando su estómago se lo pedía.
Valentina había llegado días antes a la universidad para poder acoplarse a su nueva vida, le dio tiempo de desempacar su equipaje y de anotar en su lista las cosas que le hacían falta para cuando empezaran las clases.
Era una chica que le gustaba anticiparse a lo que necesitara, el lunes iniciaban las clases y no consideraba pasar el domingo afuera de su dormitorio perdiendo el tiempo con el resto de las personas, ella prefería hacer todo por adelantado
Este era el día asignado para el arribo de todas las personas que contaban con una residencia en la universidad, el campus se volvía una locura con tantas personas merodeando por todos lados y prefería evitarse problemas de cualquier tipo.
Los de nuevo ingreso sufrían las famosas novatadas, en definitiva, sería un verdadero caos, caos al que no estaba acostumbrada, por eso siempre me encerraba en casa, aunque los demás me tacharan de antisocial y con problemas de convivencia.
El sábado al medio día decidió salir al supermercado más cercano, compraría lo más indispensable para sobrevivir una quincena. No podía darse el lujo de gastar todos los días en comidas que ofrecía la cafetería, eso solo era para los ricos y ella no se encontraba en ese punto.
Sus pequeños ahorros se terminarían en menos de un mes, hacer tres alimentos al día era algo que no estaba a discusión, excepto en una chica que tenía buen apetito como ella. Además, le prometió unos macarrones con mucho queso a su nueva amiga y no podía quedar mal; sus ahorros serían invertidos de la mejor manera y era una forma de darle las gracias por todo lo que había hecho por ella sin conocerla.
Salir le haría bien, servía para ver si alguna de las empresas que estaban cerca de la universidad solicitaba trabajador de medio tiempo, donde se empleara sin tener que alejarse mucho, pensando siempre en ahorrar lo más que pudiera para sobrevivir los años de universidad sin depender de su familia.