Sobreviviendo

La nieve estaba entrando por la ventana y el frío inundaba toda la habitación. Veyra estaba acurrucada en un rincón, tratando de calentarse con el débil calor de su chimenea. No le permitían juntar leña todos los días y mucho menos estar en la gran mansión, donde todo era lujo y esplendor.

La casa de los miembros de la manada con más bajo rango estaba casi sumergida en el bosque. No había mucha comida y tampoco lujos. Los que vivían allí eran considerados sirvientes o simplemente esclavos que iban a la mansión solo para desempeñar algún trabajo. Eran cocineros, encargados de limpieza, barrenderos, carniceros, jardineros, etc.

Pero Veyra no tenía un lugar para nada respetado por el resto de los lobos. Ella se encargaba de limpiar los establos y todo el resto de trabajos que no eran en la mansión. Su jerarquía era una de las más bajas por ser hija de una humana prostituta de nombre Margo y de un guerrero lobo del escuadrón del mismísimo alfa.

Su padre cometió un acto de traición al embarazar a su madre, porque él estaba destinado a casarse con una delta de una familia respetable.

Margo murió al parir y Veyra jamás la conoció. En cuanto a su padre, se marchó al poco tiempo de que ella nació, abandonándola en la casa de los sirvientes.

A pesar de su desafortunado pasar, ella no se comportaba de una manera demasiado sumisa ni temerosa. Al ser una hibrida, no poseía un lobo como los demás, pero tenía una habilidad peculiar que la acompañaba desde los seis años.

Cuando miraba a las personas a los ojos, era capaz de sentir sus emociones más fuertes. Si se concentraba, incluso lograba adivinar si las personas le mentían o no. Esta era una habilidad que mantenía en secreto. Podrían condenarla a muerte por cometer brujería sin la aprobación del rey.

Casi no conocía la mansión porque Susan, la encargada de los sirvientes, le decía que era peligroso. La traición de su padre todavía era condenada y podrían querer lastimarla por su aura de hija de traidores.

Susan la cuidó desde que era una bebé y le dejó muy en claro que no podría acercarse a la realeza ni siquiera para servir. Tenía algunos amigos de bajo rango igual que ella, Tom y Marie, que eran lobos sin la capacidad de pelear y estaban relegados a hacer la limpieza.

En su rincón trataba de concentrarse en algo que no fuera el frío. Odiaba la nieve, esta época era la que menos le gustaba en el mundo. Su largo cabello castaño le caía en una trenza larga y sus ojos azules-violeta contrastaban en su tez aceitunada. Tenía rasgos delicados y era hermosa, bajo sus ropajes escondía una espléndida figura. Usualmente se vestía con capas gruesas y harapos para no llamar la atención de ninguna forma.

Pov Veyra

Alguien llamó a mi puerta, eso quería decir que al fin tendría que dejar de tiritar en esta jodida habitación por el frío. Uno de los muchachos de la cocina entró por la puerta sonriente.

—Buen día, Josh. —Saludé, sonriendo y agachando un poco mi cabeza.

—Buen día Veyra. —Josh se acercó a mí y me miró con desaprobación. — ¿Por qué me llamaste tan tarde? Sabes que no puedo darte más comida ni nada…

—Lo sé, lo sé. —Me acerqué a él lentamente, observándolo fijamente. —Solo quería ofrecerte mi ayuda.

—¿Por qué necesitaría tu ayuda? —él puso los ojos en blanco, para luego mirarme con ojos despectivos.

Todos me miraban de esa manera, por mi ropa, por mi aura de traidora. Ya estaba acostumbrada. No me importaba, ellos podían mirarme como quisieran y eso no iba a destruirme. Yo era la jodida hija de una prostituta y un guerrero, si no me quería a mí misma, nadie más lo haría en este mundo. Y mi misión número uno era sobrevivir.

—Porque Trish te da problemas. —Solté, con un tono de voz bajo, mirando al suelo. —Lo siento, no quise ser directa. Oí como peleaban.

Trish era la novia de Josh. Los dos trabajaban en las cocinas, ambos iban a la mansión seguido, estaban juntos desde hace años. Últimamente, los oía pelear muy a menudo cuando volvían a la casa. Yo tenía que limpiar varias habitaciones de esta casa de sirvientes, casi siempre escuchaba los gritos de peleas o cosas así.

—No te debería importar. Es un asunto privado. —Josh estaba conteniendo la rabia conmigo, porque no era malvado ni violento, pero no le estaba gustando para nada que yo me metiera en su vida privada.

—Trish no te está diciendo todo, ella sufre en silencio. —Miré directamente a Josh para poder percibir sus emociones más fuertes, estaba tan desesperado que incluso escuché los latidos de su corazón acelerado. —Está ocultándote algo que ella desea, porque teme que tú no la perdones jamás.

Al decir esto, su corazón latió con todavía más fuerza. Sonreí para mis adentros y por fuera, seguí completamente seria. Había sentido las emociones de Trish ayer y sabía exactamente lo que le ocurría. Ahora, tenía que hacer que Josh se desesperara mucho.

—No te aflijas Josh. —Puse mi mano en su hombro de forma amistosa. —No es lo que piensas, no se ha enamorado de otro.

Su corazón pareció volver a latir con normalidad. Respiró profundo. Me miró aliviado.

—Ella quiere otra vida fuera de esta manada. Desea conocer el mundo contigo a su lado. Teme que, si te lo dice, ya no la verás con amor y la despreciarás. —Esta vez, usé un tono más alto.

Su alivio fue tan grande que casi me abraza.

—Haré lo que sea porque logremos conocer el mundo entonces… —dijo él, sonriente, esta vez, si me abrazó. —Gracias Veyra. Me alegro de que Trish haya hablado contigo…

Entrecerré los ojos. En realidad, Trish jamás habló conmigo. Solo la observé cuando lloraba y pude sentir lo que estaba sintiendo en su corazón. Fue sencillo adivinar que le sucedía porque lloraba con un mapa en las manos. Sus emociones eran claras porque eran fuertes. Con los años, refiné bastante mi habilidad. La tenía desde los seis años y ahora tenía dieciocho.

Nadie podía saberlo.

— Te agradecería que guardes el secreto, es que no quisiera que Trish pensara que yo traicioné su confianza. —Dije, sonriendo con amabilidad, al tiempo en que volvía a mi rincón para volver a tiritar de frío.

—Está entrando la nieve por la ventana. —Observó Josh, comenzando a sentir pena al mirarme. —Bueno, supongo que te debo un favor.

Me indicó que lo siguiera por los pasillos.

—Puedes quedarte en mi cuarto, yo estaré en el de Trish para que hablemos. Te concedo mi cuarto por dos semanas. De todas formas, casi no estaré aquí porque la coronación del príncipe Skarow será dentro de dos días.

Abrí los ojos como platos por la sorpresa. No imaginé que me diera su cuarto por tanto tiempo. Josh tenía un cuarto con paredes más gruesas, chimenea y leña abundante porque era un cocinero.

No pude ocultar mi sonrisa de felicidad.

—Gracias…—comencé a decir.

—Es lo menos que puedo hacer, has salvado mi relación Veyra. —Josh me entregó la llave de su cuarto y se alejó por los pasillos.

Rápidamente me dirigí a su cuarto, abriendo el cerrojo y entrando sin que nadie me viera. Me sumergí en la cama mientras disfrutaba del calor de la chimenea. Había cumplido con mi objetivo, ya no sufriría más del frío que entraba por mi rudimentaria ventana.

Gracias a mis habilidades logré sobrevivir todos estos años en esta manada despiadada sin pasar por tantos sufrimientos.

Pensé en la coronación del nuevo rey alfa. El hijo de Sutho, Skarow, tendría más o menos nuestra edad. Era un lobo joven y ya se había convertido en alfa porque su padre había muerto. No me daba mucha pena porque el alfa Sutho condenó como traidores a todo mi linaje y eso parecía hacer que jamás pudiera pisar la mansión. No sería distinto con su hijo, ni siquiera lo había visto ni una sola vez, pero debía de ser igual de malvado que su padre.

Me quité el collar que adornaba mi cuello para poder dormir. Lo observé unos segundos antes de guardarlo. Era lo único que tenía de mi madre, Susan me lo dio cuando cumplí los quince. No era una joya de oro o de plata, pero era hermoso para mí. Un pequeño cuarzo de color verde y una cadena de cobre. Cada vez que lo usaba, me sentía protegida. Se que no tiene sentido, sin embargo, no pasaba día sin que lo usara.

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