Solo queda el vacio

La habitación era blanca. Fría. Demasiado silenciosa.

Las persianas estaban semiabiertas, dejando que la luz suave del amanecer se filtrara entre las cortinas. Un monitor marcaba el ritmo constante del corazón de Alicia, ese mismo que horas atrás se había debilitado hasta casi apagarse.

El aire ol...

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