Capítulo 35

Estábamos congelados. Solo parpadeando el uno al otro.

Yo, envuelta en una manta como un burrito escandalizado, y él—medio desnudo, recién culpable, y aún irradiando esa energía de la mañana siguiente como si estuviera orgulloso de sus crímenes de mordisqueo de cuello. Durante un largo segundo, el a...

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