9- Porque los demonios no entienden el espacio personal ni los límites

OZ

—Entonces...— empiezo, alargando la palabra mientras me recuesto contra el reposabrazos.

—¿Y ahora qué? ¿Vamos a dormir?— pregunto, dejando la pregunta en el aire. No puedo evitarlo, le doy a las palabras una capa gruesa de implicación. Kacia instantáneamente mira hacia otro lado. Sus mejilla...

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