Hielo y Fuego

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CapĂ­tulo 5 ~ Samantha contd

Este hombre aĂșn no me habĂ­a besado y ya me hacĂ­a temblar. No podĂ­a esperar a tenerlo debajo de mĂ­ o sobre mĂ­. No importaba mientras lo tuviera dentro de mĂ­. Se apartĂł y nos miramos a los ojos.

—Lo siento, Samantha. He querido probar tu piel desde que te vi por primera vez en el bar del hotel. Tienes una piel tan blanca, como de porcelana y tan suave.

No dije nada, solo lo miré a los ojos tratando de regular mi respiración. Sus ojos eran pozos de lujuria. La tensión sexual que emanaba de nuestros cuerpos era espesa. Podía decir por la forma en que me tocaba que me deseaba tanto como yo a él. Se levantó y tomó mi mano mientras me llevaba a la pista de baile. No me había dado cuenta, pero el ritmo estaba golpeando fuerte, justo como me gustaba. Me moví al ritmo. Salté. Me balanceé. Y no me importó. Al principio, él se quedó allí miråndome, luego lentamente comenzó a balancearse conmigo. Sus manos firmemente colocadas en mis caderas. Su pecho contra mi espalda. Podía sentir su creciente hombría contra mi trasero. Su aliento acariciaba mi cuello y oído.

—Te deseo, Samantha —dijo—. Quiero estar profundamente dentro de tu temblorosa conejita. ¿Puedes sentir cuánto te deseo?

AsentĂ­.

—No, Samantha, quiero oírte decirlo. Di que puedes sentirme.

Sin aliento, dije—: Puedo sentir cuĂĄnto me deseas. —Mi voz temblaba—. Yo tambiĂ©n te deseo, pero...

—No hay peros, Samantha.

Solo podĂ­a sentir el ritmo de la mĂșsica, el latido de su corazĂłn en mi espalda y sus manos recorriendo mi cuerpo. Nada mĂĄs importaba. Nada mĂĄs era necesario. Bailamos a nuestro propio ritmo. No importaba si la mĂșsica era rĂĄpida o lenta. Solo importaba que estuviĂ©ramos juntos. DespuĂ©s de unas cuantas canciones, volvimos a nuestro reservado y tomamos nuestras bebidas. Se inclinĂł para presionar sus labios contra los mĂ­os, pero antes de que pudiera profundizar el beso, Grace regresĂł a nuestra mesa.

—Lachlan. Siento interrumpir, pero parece que hay un problema. Jay quiere verte. ¿Puedo decirle que subirás en breve? —Me miró con una pizca de sonrisa.

—No, dile que baje aquí. No quiero dejar sola a mi cita. —Continuó acariciando mi cuello.

—Por supuesto. Enseguida. —Se fue rápidamente.

Lachlan tomó un sorbo de su whisky y se volvió hacia mí—. Siento la interrupción. No debería tardar mucho.

—EstĂĄ bien. Me darĂĄ tiempo para ir al baño de damas. Si me disculpas, volverĂ© enseguida. —Se levantĂł y me ayudĂł a salir del reservado y, antes de dejarme ir, me besĂł suavemente en la mejilla y me pidiĂł que volviera pronto. Mientras me alejaba, vi a Jake regresar a nuestro reservado.

Mi tiempo en el baño fue productivo. Pude retocar el poco maquillaje que llevaba, aproveché para aliviar mi consumo de alcohol y, cuando estaba a punto de salir, escuché que mi teléfono sonaba de nuevo. Lo saqué y al ver que era el hospital, contesté de inmediato.

—Doctora Thornsdale. —RecibĂ­ algunas miradas de las otras mujeres en la sala—. ÂżEstĂĄs bromeando? Sabes que estoy de permiso y que deberĂ­as llamar al Dr... —Odio cuando me interrumpen a mitad de una frase. Especialmente cuando la persona al otro lado no tiene sentido—. No me importa. No estoy de guardia. —No podĂ­a creerlo—. Esto nunca habrĂ­a pasado si estuviera de vuelta... ÂżTenemos un donante? ÂżPor quĂ© no empezaste con eso desde el principio? ÂżSe lo has mencionado a sus padres? Bien. MantĂ©nlo asĂ­. Quiero ver por mĂ­ misma si el corazĂłn no solo es una buena coincidencia, sino si cumple con mi protocolo. Tenemos 4 horas para prepararnos. EstarĂ© allĂ­ en media hora. Mientras tanto, haz un chequeo completo de sangre a Bobby.

ColguĂ© y comencĂ© a pasear por la sala. Y entonces me di cuenta. HabĂ­a estado bebiendo. ComencĂ© a contar la cantidad de whiskies que habĂ­a tomado. Âż2? Âż4? —¡MIERDA! —Nuevos ojos me miraban.

Una joven se atrevió a hablarme y dijo—: ¿Estás bien?

—SĂ­, lo siento. Tengo que irme. —SalĂ­ del baño hacia Lachlan. Estaba gesticulando agresivamente al mismo hombre que se le habĂ­a acercado cuando me fui. Cuando me vio llegar, se levantĂł y me sonriĂł.

—Jay. Haremos lo que he sugerido y hablaremos más al respecto al cierre. Si no te importa.

—Para nada, Dan. —Jake se volviĂł hacia mĂ­ y dijo—: Gordian, es un placer conocerla, señorita. —Nos dimos la mano.

—Jay, esta es la Dra. Samantha Thornsdale. Por favor, asegĂșrate de que reciba un servicio VIP cada vez que venga.

—Por supuesto, informarĂ© al personal. Si me disculpa, Dra. Thornsdale, Dan, nos vemos mĂĄs tarde. Que tengan una excelente noche. —Con esas palabras se fue y me quedĂ© junto a Lachlan.

—¿Estás bien?

—Necesito irme.

—¿Por quĂ©? ÂżHa pasado algo? —MirĂł a su alrededor.

—Acabo de recibir una llamada anunciando que tenemos un corazĂłn para Bobby y, por mucho que me gustarĂ­a quedarme aquĂ­ contigo, necesito irme. —Le di un beso en la mejilla y me girĂ© para irme, pero Ă©l puso una mano en mi brazo.

—Por supuesto, dĂ©jame llevarte.

—No, no es necesario, tomarĂ© un taxi. Tienes cosas que ver con Jay.

—Samantha, me reunirĂ© con Jay al cierre. Bobby no puede esperar y si puedo ayudarte a llegar mĂĄs rĂĄpido, entonces dĂ©jame llevarte. —BuscĂł en mis ojos—. Pero siento que hay algo mĂĄs.

—He estado bebiendo, Lachlan. No creo que pueda operar con mi nivel de alcohol. ÂĄMIERDA! ÂżCĂłmo pude ser tan estĂșpida? La vida de un niño estĂĄ en peligro.

—Vamos, pongamos algo en tu estĂłmago mientras nos dirigimos. Necesitamos irnos si quieres llegar al hospital a tiempo. Y deja de ser tan dura contigo misma. No estabas de guardia. Incluso tĂș necesitas una noche libre.

TomĂł mi mano y con paso apresurado caminamos por el club. En la entrada pidiĂł a su chĂłfer que trajera el coche rĂĄpidamente. Una vez dentro, comencĂ© a hacer varias llamadas. La primera fue a mi interno, Michael Lewis. DespuĂ©s de dos intentos, finalmente respondiĂł —eran las 3 de la mañana, asĂ­ que era de esperarse.

—¿Lewis? Soy Thornsdale. Tenemos un corazĂłn para Bobby. Te prepararĂĄs para la cirugĂ­a. Estoy en camino al hospital y he ordenado algunas pruebas adicionales. Nos vemos allĂ­. —TerminĂ© mi conversaciĂłn y cerrĂ© el telĂ©fono.

—Eso fue rápido. No le dejaste decir una palabra.

—Es mi interno. EstĂĄ ahĂ­ para ejecutar mis Ăłrdenes y aprender. Ha estado trabajando conmigo durante los Ășltimos tres meses. —RevisĂ© mi telĂ©fono buscando diferentes contactos y enviĂ© algunos mensajes—. ÂżSabĂ­as que pasĂ© por 4 internos diferentes antes de Lewis? Él es capaz de ejecutar una orden, trabajar diligentemente e incluso cuestionarme cuando no estĂĄ de acuerdo. QuerĂ­a un interno, no un robot, y eso es lo que Ă©l es. Y ademĂĄs, con mi instrucciĂłn, serĂĄ un gran cirujano. EstĂĄ trabajando con la mejor.

—¿Siempre estás tan segura de ti misma? —Se giró para mirarme con una sonrisa.

—¿Y tĂș no? Al igual que tĂș, sĂ© lo que valgo. Y valgo el dinero que me pagan. No soy la perra sin corazĂłn que la gente piensa que soy. —Para reforzar mi punto, levantĂ© la vista de mi telĂ©fono y lo mirĂ© a los ojos—. Por cada dos operaciones pagadas que hago, hago una pro bono. CreĂ© mi propia asociaciĂłn que me ayuda a determinar los casos en los que debo trabajar. Todo estĂĄ pagado por ella. Mi nombre nunca aparece en ninguno de los papeles, excepto como la cirujana operante.

DespuĂ©s de un silencio, preguntó—: ÂżTus honorarios tambiĂ©n estĂĄn pagados?

—No. Mis honorarios no están incluidos porque no existen.

Me mirĂł intensamente—. ÂżPor quĂ© la gente pensarĂ­a que eres una perra sin corazĂłn?

—Admito que no soy una persona fĂĄcil con la que trabajar. Soy muy exigente y espero lo mejor y nada menos. No interactĂșo con mis colegas en un nivel social. Estoy llamada a hacer un trabajo y lo harĂ©. No estoy aquĂ­ para hacer amigos. Tengo muchos. Y me gusta mantener mi vida privada, asĂ­... privada. ÂżMe molesta lo que la gente dice y me llama a mis espaldas? ÂĄNo!

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